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Reagan suministró armas en secreto al régimen de Jomeini

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan, personalmente, sin el completo acuerdo de los secretarios de Estado y de Defensa, autorizó negociaciones secretas con Irán para suministrar armas al régimen del imam Jomeini, a cambio de que éste redujera su apoyo al terrorismo, ayudara a la liberación de rehenes norteamericanos en Líbano y cooperase a poner fin a la guerra que le enfrenta desde hace más de seis años con Irak.

La Prensa norteamericana reveló ayer que el inicio de esta operación con Irán, para quien Estados Unidos es todavía oficialmente el gran Satán, se produjo el 14 de septiembre de 1985, cuando un avión de carga DC-8, al parecer norteamericano, que debía volar desde Tabriz a Madrid, aterrizó en Israel sin llegar a España, por supuestos problemas de comunicaciones, y regresó a Irán cargado con repuestos militares.Ese mismo día, extremistas shiíes de la organización Yihad Islámica, apoyada por el régimen de Jomeini, liberaron al reverendo norteamericano Benjamín Weird, secuestrado en Beirut el pasado julio. Coincidiendo con la liberación de otro rehén norteamericano, un cargamento similar de armas norteamericanas, compradas en el mercado privado, llegó también a Irán, con el conocimiento y la aprobación de Estados Unidos, informó ayer el diario The Washington Post. En contra de su política de no negociar ni ayudar a Estados que apoyen el terrorismo, Irán sigue oficialmente en la lista negra de EE UU. Pero Washington ha venido realizando desde hace tiempo una doble política. Para ello ha utilizado a Israel y, según fuentes del Pentágono, también a China, que han enviado repuestos militares norteamericanos a Teherán con la luz verde de Estados Unidos.

El propio Reagan afirmó ayer que las informaciones de un pacto secreto entre EE UU e Irán para liberar a los rehenes norteamericanos en Líbano no tienen fundamento y ponen en peligro los esfuerzos para que estas personas recuperen su libertad.

A pesar de que oficialmente la Administración sigue manteniendo un embargo de armas contra Irán, se confirma en Washington que enviados especiales de la Casa Blanca, dirigidos por el ex consejero de Seguridad Nacional, Robert McFarlane, han negociado durante los últimos 14 meses, en distintas capitales europeas y en Teherán, la liberación de seis rehenes norteamericanos en poder de Yihad Islámica en Líbano. Los shiíes liberaron el domingo a uno de ellos, David Jacobsen, pero todavía mantienen a otros tres en su poder.

Las noticias sobre esta operación secreta coinciden con una aparente crisis interna en Irán, donde la sucesión del ayatola Jomeini, la guerra con Irak y la apremiante necesidad de dinero, hacen pensar a Washington que el régimen islámico podría flexibilizar su política exterior antioccidental.

El papel de McFarlane

Robert McFarlane, quien ha sido ayudado en esta diplomacia secreta por el teniente coronel Oliver North, del Consejo de Seguridad Nacional (relacionado también con el apoyo a la contra), discutió la necesidad iraní de material militar defensivo. También se habló de buscar una estabilidad financiera a través de una subida de los precios del petróleo. A cambio, Estados Unidos requería la liberación de sus rehenes, que Teherán dejara de apoyar al terrorismo y que pusiera fin a la guerra con Irak.Fuentes árabes en Washington expresaron su preocupación por la iniciativa norteamericana, que ha cogido por sorpresa al Gobierno iraquí y puede dañar las relaciones de EE UU con los países árabes moderados. Hasta ahora, la política oficial de Reagan era oficiosamente proiraquí en la guerra del golfo Pérsico, culpaba a la intransigencia iraní de la prolongación de la guerra y mantenía una neutralidad activa para impedir que Irán aumentara su arsenal. El régimen de Jomeini está desesperadamente necesitado de repuestos para su aviación, de origen norteamericano, diezmada tras la caída del Sha, que fue quien levantó un Ejército poderoso comprando las armas más avanzadas que tenía entonces EE UU, pagando con los altos ingresos que entonces conseguía por el petróleo.

Analistas norteamericanos creen que Irán, con unas reservas muy bajas de divisas y de oro, necesita armas urgentemente y no podrá conseguirlas sin vender más petróleo. Para ello debe proyectar una mejor imagen en el exterior.

Irán, aprovechando el séptimo aniversario de la toma de la Embajada norteamericana en Teherán -hecho que supuso la humillación de Estados Unidos y, en gran medida, provocó la llegada de Reagan al poder- ha puesto al descubierto los contactos con los norteamericanos, citando a McFarlane como el protagonista de la operación. Pero después de que el pasado lunes el presidente del Parlamento iraní revelara la visita de McFarlane, el pasado septiembre, a Teherán, con un pasaporte falso irlandés, un mensaje de Reagan y armas procedentes de Europa, el primer ministro iraní, Mir Husein Musavi, negó tajantemente que existieran negociaciones entre Teherán y Washington. "No hay ninguna posibilidad", dijo.

Fuentes norteamericanas explican que la reacción iraní refleja las contradicciones de la batalla por el poder y la sucesión del enfermo Jomeini. Se trataría, según estas informaciones, de un intento de acabar con la influencia en la política exterior del ayatola Montazeri, sucesor designado de Jomeini.

Otros analistas, sin embargo, estiman que Irán ha escogido romper la confidencialidad de los contactos para poner en ridículo a Reagan y para desacreditar a un sector del poder que cree posible negociar con Estados Unidos. Fue Siria, sin embargo, la que primero reveló las negociaciones secretas entre McFarlane y los iraníes.

Washington, tras el secuestro del avión de la TWA en Beirut, en junio de 1985, decidió abrir un canal de contacto con Irán para lograr una atenuación del terrorismo contra intererses norteamericanos en Oriente Próximo. Fue la intervención de Teherán, no la de Damasco, la que posibilitó la solución del secuestro del DC-9 de la TWA. Lo mismo ha ocurrido ahora con la liberación de Jacobsen.

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