Publicados fragmentos de la novela que Louis Aragon trató de quemar en Madrid
La literatura francesa acaba de recuperar, cuatro años después de la muerte del escritor y poeta superrealista Louis Aragon, los textos de un episodio perdido, casi legendario. Se trata de la novela La defensa del infinito, que Aragon comenzó a escribir en 1923 y que lanzó a las llamas, en un extraño auto de fe en 1928, en una pensión de la Puerta del Sol de Madrid ante su amante Nancy Cunard.
La publicación de un conjunto de narraciones y textos fragmentarios de esta época (1923-1928), que giran alrededor de La defensa del infinito, tiene también algo de histórico. Uno de los relatos es El coño de Irene, considerado como una de las grandes narraciones de la pornografía literaria de nuestro siglo, que se publica por primera vez como obra de Aragon.Ha sido necesario que pasaran 60 años, varias prohibiciones e incluso procesos judiciales y el repudio público de la autoría del relato por parte de Aragon (por razones de conveniencia política derivada de su militancia en el partido comunista, no por moralismo), para que fuera restituida públicamente la autoría de la obra y a la vez fuera integrada en un conjunto de textos que le suministran sin duda una nueva luz, todavía más brillante y sugestiva.
El conjunto publicado ahora por Gallimard bajo el nombre de La defensa del infinito, seguido de Las aventuras de Jean-Foutre la Bite, no es, sin embargo, la reconstrucción del manuscrito de 1.500 páginas que Aragon inmoló en circunstancias más que desconocidas en Madrid.
El autor de la edición, Edouard Ruiz, que ha buceado por archivos particulares y ha estudiado la colección de manuscritos de Jacques Doucat -amigo y protector económico del poeta-, ofrece el equivalente a 200 páginas de la novela destruida. Este conjunto está formado por algunos textos publicados en revistas y ediciones restringidas, algunos inéditos y algunos textos nuevos de obras ya publicadas. Una parte de todas ellas, a pesar de pertenecer a la época de La defensa del infinito, no tiene una relación probada con la novela.
No se trata, pues, de una obra inédita de Aragon, ni tampoco de la reconstrucción de un manuscrito perdido, como en algún momento se ha podido insinuar en el alud de artículos y comentarios que ha suscitado la publicación del libro.
Tampoco es una composición de textos destinada a ofrecer una hipótesis de cómo pudo ser la famosa novela desaparecida. Se trata de una concienzuda investigación sobre la obra de Aragon, y a la vez de una recuperación de textos desconocidos y de una mejor contextualización de otros ya conocidos.
La defensa del infinito quería ser un intento de reinventar la novela como género en los mismos años que James Joyce escribía Ulises o Robert Musil El hombre sin atributos.
El propósito de Aragon era, según sus palabras, "pasar de la novela tradicional que es la historia de un hombre a la novela de sociedad, en la que el número de personajes retira a cada uno el papel del héroe, para crear el héroe colectivo", y también "destruir la novela por sus propios medios". Más de cien personajes componían la nómina humana.
Novela con muchas puertas
De su obra, estructurada en buena parte, de creer sus palabras, por la escritura automática propia de los superrealistas, decía Aragon: "Era una novela en la que se entraba por tantas puertas como personajes diferenciados había. Yo no conocía nada de la historia de cada personaje, que en cada caso estaba determinado a partir de una constelación de palabras, de los que ya hablaba, por su rareza, su improbabilidad". La defensa del infinito sufrió, antes que el calor destructivo de las llamas, los ataques de los amigos superrealistas de Aragon, que le conminaron a no publicar su obra y le acusaron de ceder "a la tentación literaria". Antonin Artaud y Philippe Soupault fueron excluidos del movimiento, acusados precisamente de idéntica veleidad.El erotismo innegable de los textos de La defensa del infinito o del relato que la acompaña, que se podría traducir al castellano como Las aventuras de Juan-Leche la Picha, aparece iluminado por una ambición mucho mayor que nada tiene que ver con la pornografía.
"Quería aportar a este reino prohibido la luz negra de mi generación", escribió Aragon. Realmente lo consigue. El atisbo de la novela perdida es un conjunto de textos de una gran belleza literaria (a pesar de algunas irregularidades) en el que aparece toda la fuerza interior de la rebeldía del joven Aragon.
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