El diseño urbano es pésimo, según los especialistas
Los participantes (diseñadores, arquitectos y urbanistas) en el congreso Diseño en la ciudad, organizado en Oviedo por la Fundación Municipal de Cultura, destacaron como característica predominante el pésimo diseño de la señalización urbana y la confusión de las señales y mensajes que bombardean sistemáticamente la ciudad. Así, el diseñador Luis López Taltavull declaraba en una de las jornadas del congreso que "la ciudad hace tiempo que no existe, y no existirá hasta que el ciudadano no la reconozca".
Para Jordi Mañá, el diseño urbano debe contribuir a resaltar la funcionalidad de los objetos y su dimensión estética, pero siempre enmarcándola en un contexto determinado. Por el contrario, los responsables de los medios de transporte conciben la ciudad, según Mañá, a través de prismas anacrónicos, y los ayuntamientos, sostuvo Alberto Corazón, actúan pensando más en afirmar su propia identidad que la de los ciudadanos. Según este diseñador, políticos y técnicos se comportan arrogantemente como déspotas ilustrados; nunca, a su juicio, se pueden ignorar las peculiaridades económicas y políticas de cada ciudad ni actuar sin conocer cómo van a usar la urbe los ciudadanos, quienes no tienen un sentido claro de la ciudad ni, la comprenden globalmente por la ausencia o confusión de señales. Taltavull propuso controlar más que combatir la desmesura de la publicidad. El arquitecto José Martínez Sarandeses también coincidió en el fracaso del diseño y la degradación urbana en los últimos 30 años.
El filósofo Gustavo Bueno propuso una teoría general de la ciudad según la cual la urbe es una construcción que evoluciona según las épocas históricas y que debe ser explicada por una teoría causal. En cada ciudad cabría distinguir, en consecuencia, un núcleo (formado por la concurrencia de factores tales como una geografía adecuada, una estructura preurbana y una presión demográfica suficiente), un cuerpo y una vía de evolución que persigue la perfección interna por un desarrollo dialéctico. La ciudad sería el principio de la universalidad, un torbellino que aspira a expandirse y que exige un mundo exterior al que proyectarse.
Babelia
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