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Tribuna
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Brindis

Manuel Vicent

El café Gijón ha estado a punto de derrumbarse este verano. La viga maestra lentamente iba cediendo sobre las cabezas de la distinguida parroquia y nadie lo sabía. Era como la vida misma. En el techo del local, los termites habían comenzado ya a devorar nuestra esquela, mientras sentados a una mesa durante años, nosotros, de forma inconsciente, jugábamos a fingir un breve sueño o una esperanza. Cada cliente re presentaba un papel en esta función. Unos querían ser inmortales, otros sólo pretendían ligarse a un bujarrón, muchos estaban dispuestos a canjear la gloria futura por un pepito de ternera actual, y el resto desafiaba el tedio contemplando su imagen de narciso en los posos de la taza. No digo que hubiera sido hermoso perecer bajo los escombros, recitar un verso de Rimbaud y que a continuación se desplomaran las paredes, elaborar una cínica frase de amor y sentir que el recinto comenzaba a crujir, pensar en Goethe y verse de pronto sepultado. Este mundo no depara muchas ocasiones de rematar literariamente una carrera mediocre. Si el café Gijón se hubiera derrumbado a una hora punta, alguien tal vez habría podido escribir una magnífica crónica funeraria. Poetas gimiendo entre cascotes; gritos de dramaturgo pidiendo auxilio; pintores con la boca abierta llena de yeso; jueces y fiscales derramados por el suelo con los brazos en cruz y para siempre enmudecidos; periodistas, chulos, actores, estrellas anónimas de media tarde con vertidos en una amalgama con los fantasmas del pasado. No obstante, de momento es mejor no morirse, puesto que aún que dan algunas flores por oler. El café Gijón se ha puesto a salvo. Este sábado abrió las puertas y de nuevo entraron sonriendo las figuras rescatadas de la muerte en el último minuto. En el recinto idéntico y remozado, los mismos rostros han iniciado los gestos de la temporada de otoño. Bajo una viga nueva, todos vamos a seguir fingiendo un breve sueño o esperanza. Levantaremos la copa para brindar por la gracia de no haber muerto y luego bostezaremos mirando por el ventanal.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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