_
_
_
_
Tribuna:EN TORNO AL SIDA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un problema de todos

El SIDA, brutalmente, puso de manifiesto una serie de problemas sanitarios, sociales, sexuales que estaban sin resolver, y casi podemos decir sin abordar. Sanitarios, porque en esta civilización tendemos a intentar curar las enfermedades y no a prevenirlas, ni a educar en la salud. Sociales, porque, si bien todos, jurídicamente, somos iguales ante la ley, resulta que significativos grupos humanos son tan desconocidos como marginados; se les empuja sistemáticamente a vivir en la culpa, en la mutilación de su personalidad. Sexuales, porque aún hoy la relación heterosexual en el marco de la familia monogámica es la que sigue gozando de todos los reconocimientos, de todos los honores.El origen del SIDA y cómo se da a conocer la enfermedad es por demás ilustrativo. En 1981, en EE UU se dio la alarma; dos años después los franceses determinaban que era un virus, y en 1984 nos enteramos de que hacía ya 15 años que hacía estragos en África. Según parece, los negros siguen sin pertenecer a nuestro mundo. La creciente propagación en los cinco continentes de esta enfermedad se pudo evitar en gran medida, pero los negros, cuando se enferman no son ni siquiera un acontecimiento estadístico a tener en cuenta.

El SIDA se siguió propagando en Occidente, entre otras causas, porque la primera respuesta ante el fenómeno fue la de que se trataba de una enfermedad que tenía que ver sólo con homosexuales, heroinómanos, hemofílicos y haitianos. Es decir, no se trataba de un problema de todos sino de grupos determinados o de una nacionalidad en todo caso. Tanto los primeros como la última, carentes de prestigio.

'Grupos de riesgo'

La expresión grupos de riesgo se transformó en un eslogan tranquilizador para el conjunto de la población. En una expresión, asimismo, al margen de la intención de los epidemiólogos, que no podía ser asumida por nadie. Hoy, finalmente, la Organización Mundial de la Salud aclara que se trata de factores de riesgo. Por sangre o semen cualquier persona puede tomar contacto con el virus. Ante el SIDA no cabe ni el pánico ni la indiferencia, y ni la burla, por supuesto. Exige disponer de la información correspondiente e internalizar con rigor las medidas preventivas.

Ante este problema, dos respuestas sobresalen: la ignorancia y el miedo. Las dos se han sumado, dando un resultado catastrófico. El SIDA nos replantea limitaciones que estimábamos superadas. Hijos de la penicilina, nos tentó la omnipotencia. No se trata de renunciar a disponer del cuerpo y sus múltiples posibilidades, pero el uso del preservativo, la utilización de agujas descartables, el control de la sangre, el no ingerir semen, en estas circunstancias están profundamente asociadas a la salud, a la vida.

Las fantasías con respecto al contagio se han difundido como un fantasma. Aunque resulte paradójico, es difícil tener contacto con el virus del SIDA, y menos aún enfermar de SIDA. No se trata de un virus parecido al de la gripe. Un individuo portador del mismo, o que ha enfermado de SIDA, puede seguir relacionándose con los demás de manera habitual. Un beso en la mejilla, darse la mano o un abrazo, comer o tomar copas con personas afectadas no entraña peligro de contagio. Y las relaciones íntimas son posibles si se toman medidas de prevención.

Miedo

Cuando hablamos de miedo, nos estamos refiriendo también al miedo de hablar de las cosas por su nombre. No resulta fácil hablar de coito anal, relaciones bucogenítales, de la venta ilegal de sangre, de la prostitución, del uso de jeringuillas en condiciones insalubres, etc.

Es problemático luchar contra una enfermedad cuando la sociedad mantiene inalterables, al menos formalmente, normas que poco tienen que ver con la realidad cotidiana de muchos de sus miembros.

El SIDA, como si algo faltara, nos enfrenta también con otro de los tabús más arraigados en nuestra cultura: la muerte. Hablar de SIDA es hablar implícitamente de muerte, tema que evitamos sistemáticamente. Es así como ponemos las mayores esperanzas en la hipotética vacuna salvadora, descuidando la labor de educación sanitaria. El SIDA no es una maldición, ni un misterio ni una fatalidad. Es una enfermedad que se puede evitar, aislar. Tampoco se trata de la ruleta rusa. Quizá estemos a tiempo de evitar que el SIDA se convierta en España en un grave problema sanitario, y social.

La labor conjunta de la red sanitaria pública, los profesionales de la salud en general, los medios de comunicación, las organizaciones sociales interesadas, puede evitar la tan mentada y temida epidemia.

El SIDA es un desafío que todos, solidariamente, tenemos que enfrentar, y prueba de autenticidad a un sistema que se define democrático y humanista.

Héctor Anabitarte, Bias Momprade, Manuel Trillo, Silvia Escobar, Ricardo Usieto, Ricardo Lorenzo y otros, del Comité Ciudadano Anti-SIDA de Madrid.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_