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El Afganistán soviético / 2

El peso del tradicionalismo y del Islam

Pilar Bonet

"La gente en Afganistán no entiende nada de esquemas de lucha de clases marxistas. Aquí, si el jefe de la tribu dice una cosa, los demás le siguen. Lo que cuentan son las relaciones tradicionales, de parentesco o de raza". Quien así se expresaba en privado era un culto funcionario gubernamental afgano, que defendía la necesidad de consolidar el régimen prosoviético de Kabul trabajando entre los refugiados afganos en Pakistán y en los pueblos y aldeas del país que se oponen a la iniciada reforma agraria y del sistema de regadío, a la occidentalización de las costumbres y a un cambio de los valores tradicionales que les viene impuesto por la fuerza de las armas.

En algunos medios diplomáticos occidentales se cree que Mohamed Najibullah o Najib -como el dirigente prefiere que le llamen, por estar acostumbrado "desde la infancia" y por "humildad", ya que así se desprende de la terminación de su apellido, que representa un tratamiento honorífico- pue de ser más eficaz que su antecesor, Babrak Karmal, de cara a atraer hacia Afganistán a grupos y organizaciones que están en el exilio en Pakistán.En dichos medios se opina que Najib, en su doble condición de antiguo jefe de los servicios de información y de nacionalidad pashtun, puede hacer un buen trabajo entre los paslitunes, a quienes la antigua línea Durand (que marcaba los confines del imperio británico en la zona) deja hoy divididos a ambos lados de la frontera entre Pakistán y Afiganistán.

Tolerancia

A diferencia de Karmal, que hablaba con acento, Najib se expresa correctamente en pashtun y ha mostrado una actitud más deferente hacia los s acerdotes del islam (los mullahs).

Mientras Karmal pasaba por ser, un notorio ateo y no conseguía convencer con la actitud más suave hacia el islam adoptada en los últimos tiempos, Najib evade la cuestión con frases sibilinas: "Mi madre y mi padre son musulmanes. ¿Cómo podría no serlo yo?". Najib visita mezquitas y defiende su existencia como lugares de encuentro social.

El Estado afgano paga sueldos a los mullahs, reconstruye mezquitas e incluso financia peregrinaciones a la Meca, según las informaciones oficiales, en un intento de atraer a la población religiosa del, país, que es, como reconoce Najib, "la inmensa mayoría". El 80% de los creyentes son sunnies y el 18%, shiíes, y de ellos el 2% ismaelitas, según las estadísticas oficiales.

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Afganistán, que se prepara para el primer censo de población de su historia, tiene aproximadamente 17 millones de habitantes, mayoritariamente analfabetos (entre el 86% y el 90% según fuentes oficiales) y mayoritariamente campesinos (el 84% de la población).

Tiene además una población flotante compuesta por nómadas que cruzan las fronteras en busca de pastos y que encubren a la guerrilla.

Las autoridades pretenden que el Partido Popular Democrático de Afganistán se ha reforzado durante el último año con 45.000 personas hasta integrar a 160.000, de las cuales el 64% tiene las "armas en la mano".

La poca implantación del poder representado por Najib, en el país se ponía de manifiesto en julio pasado con un discurso de nuevo cuño pronunciado por el líder. Éste admitía que las elecciones locales recién realizadas no habían supuesto una transferencia de poder a los consejos o jirgahs locales, pese al intento de incluir a los mullahs, al clero y a los notables y representantes de grupos étnicos y tribales.

"La victoria total y final sobre los bandidos es imposible sin la consolidación de las posiciones bélicas o militares, mediante medidas sociales y económicas en las áreas liberadas", afirmó el líder afgano.

Najib criticó el amiguismo, el faccionalismo y las artimañas de los cobardes hijos de los dirigentes políticos para librarse del servicio militar. No se libró de la crítica la organización de las mujeres que dirige Anaita Ratebzad, por su carácter elitista. Anaita, una íntima colaboradora de Karmal, ha visto declinar su estrella junio con éste. Ni siquiera las asociaciones de viudas y madres de mártires de la revolución, que parecen tener carácter masivo, junto con los grupos de lisiados de la guerra, funcionan como es debido.

Vivir en Kabul

Sobrevolada por helicópteros durante la noche y patrullada por soldados de uniforme, Kabul continúa su vida independientemente de la guerra. La gente se agolpa en los bazares y las basuras se acumulan en las esquinas. Entre los olores de especias y estiércol circulan lujosos coches (Mercedes, Volvo, Toyota) y en ocasiones varios soldados soviéticos armados y en grupo.

La guerra se deja sentir. La población ha crecido enormemente a costa de refugiados venidos del campo que se hacinan en casas sin condiciones higiénicas. Los precios se han disparado.

El sector privado, especialmente el comercio, continúa floreciendo sin que le repriman las autoridades. Medios diplomáticos diversos coinciden en afirmar que no se divisa peligro de nacionalización o recorte al sector privado. "En el presente estadio del desarrollo del país no hay antagonismo" entre sector privado y estatal, decía recientemente un representante gubernamental.

En el pasado, los intentos del régimen de Karmal de hacer desaparecer el mercado del dinero fracasaron totalmente. Hoy, en el mercado del dinero de Kabul una firma estampada en un cheque cualquiera basta, sin más comprobación, para que le den a uno la cantidad registrada en la moneda deseada. Y casi todo puede comprarse aún hoy en Kabul.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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