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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El vació de Machel

LA DESAPARICIÓN, en lo que parece un accidente, del presidente mozambiqueño, Samora Machel, se produce en un momento crítico para la supervivencia de la experiencia socialista y no alineada del país africano.Machel regresaba en avión a su país procedente de Lusaka, donde se había entrevistado con los líderes de Zambia, Angola y Zaire para estudiar una acción conjunta que permitiera reducir la dependencia de toda la zona respecto al poder económico surafricano. Sólo Pretoria, en principio, se beneficia de la muerte del presidente mozambiqueño, con quien, sin embargo, había suscrito en marzo de 1984 los acuerdos de Nkoniati, en lo que se interpretó como una virtual rendición de Mozambique a las exigencias sobre el cese de la ayuda a la guerrilla surafricana.

En los últimos dos años las relaciones entre Mozambique y Suráffica no habían cesado de deteriorarse, con sucesivas violaciones de dicho acuerdo. La guerrilla anti-Machel ha seguido haciendo progresos en Mozambique. De otro lado, la actuación del Congreso Nacional Africano ha seguido recibiendo ayuda en Mozambique, donde tiene importantes bases. Quizá porque Machel lo considerara elemento futuro de negociación con Pretoria, o por su imposibilidad de hacerse obedecer de un Gobierno que carece de medios para hacer una efectiva policía de sus fronteras.

El endurecimiento de la represión contra la mayoría negra en Suráfrica y la creciente combatividad de ésta contra el apartheid han obligado a los llamados Estados de la línea del frente, entre los que se encuentra Mozambique, a reclamar el apoyo de la comunidad internacional contra Pretoria. La paradoja de que esos mismos Estados limítrofes no estuvieran en condiciones de cooperar plenamente con tales medidas por su dependencia de la economía surafricana no excluía, como se discutía en la capital de Zambia, el estudio de acciones que les permitieran una actitud más coherente con sus planteamientos políticos.

La muerte de Samora Machel viene a acentuar el caos en un país que, desde la independencia, en 1975, no ha conocido un momento de paz por la acción de la guerrilla, el hostigamiento de Pretoria y unos insalvables problemas de supervivencia económica. Machel había intentado la construcción del socialismo en un solo país aliándose privilegiadamente a la URSS en los primeros años de soberanía. Ante el fracaso de esa estrategia, inició un viraje exterior, lleno de pragmatismo, que parecía consagrarse con los acuerdos de Nkoinati. Una mejoría de relaciones con Occidente, la invitación a intereses extranjeros a contribuir al desarrollo del país y un no alineamiento más auténtico ofrecían la primera esperanza de verdadera independencia a la ex colonia portuguesa. En esa situación, la intratable vecindad con Suráfrica oscurecía todo futuro. La muerte de Machel, aunque su sucesión se realice con aparente orden, hace más dudoso aún el porvenir del socialismo a la mozambiqueña.

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