Creado un asilo para cigarreras jubiladas
Un grupo de mujeres jubiladas de la Fábrica de Tabacos de Embajadores, de Madrid, se reunieron por su cuenta a finales del siglo pasado en un piso de la calle del Laurel, al lado de la estación de Peñuelas, para vivir juntas. Por dificultades en su trato, llegaron a alterar la tranquilidad del barrio, por lo que los vecinos dieron cuenta a las autoridades competentes.La noticia llegó a oídos del obispo de Madrid, quien se interesó por el tema y pidió a la marquesa de Mondéjar, primera dama de la reina, que se hiciera cargo del problema. Eran los primeros pasos para crear el Asilo de Cigarreras de Madrid, en el edificio del número 7 de la madrileña calle del Casino, a 100 metros de la glorieta de Embajadores, que acoge ahora sólo a cinco antiguas trabajadoras de la Fábrica de Tabacos, atendidas por religiosas.
Residencia sencilla y muy ordenada que huele a la tradicional limpieza de las monjas acoge a 20 ancianas que comen a las 12.30 y se juegan por la tarde las pesetas a la brisca. "Pero después nos las volvemos a repartir". De ellas, sólo cinco fueron cigarreras. A las diez, como muy tarde, se acuestan.
En la fábrica trabajábamos a destajo haciendo cigarros puros", cuenta Soledad, que lleva 12 de sus 91 años en esta residencia. "Quien era más larga, más dinero se ganaba". Y cuenta que le parece que pagaban a 12 céntimos por cada mazo de 25 puros, y que el Estado les daba una subvención mensual de dos pesetas. Habla de los años veinte. Soledad, como Salud e Isabel, explica que entraron a la fábrica porque sus madres y sus abuelas ya trabajaban en ella. "Había más de 3.000 mujeres, y, si no, resultaba muy difícil entrar", comenta Salud, cuya madre entró en la tabacalera cuando tenía siete años. "La tenían subida a un taburete para trabajar".
"Ya no es trabajo"
Isabel cuenta que trabajaban de ocho a doce de la mañana y de dos a siete de la tarde. Todos los días, menos los domingos. "Ahora, con las máquinas, es muy diferente. Eso ya no es trabajo". Salud fue modista entre los 12 y los 15 años. Aunque le gustaba más trajinar con las telas, entró después a desvelar tabaco -quitarle el palo a las hojas- porque se lo mandó su madre. "Al principio no me gustaba, después me acostumbré". Isabel se pasó en la tabacalera 47 años.Aurelia, desde los 17 hasta los 65. "Trabajamos mucho". Ahora dicen que les toca vivir "como la señora ésa con título que fue propietaria de esta casa", como marquesas, "las hermanas nos atienden muy bien". Sor Pilar, directora del centro, dice que tiene que hacer muchos números al cabo del mes. "Recibimos medio millón de pesetas, y sólo en agua y luz ya se nos van casi 200.000 pesetas".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.