¡Oh, Carrafa!

La oferta del segundo programa de Twyla Tharp ha sido una deniostración de fuerza y de capacidades físicas, hasta el punto que puede cuestionarse el fin último de algunas soluciones coreográficas.Baker's dozen es una pieza fresca confiada a la luminosidad de unos movimientos expansivos. Twyla establece pautas de diálogo sin llegar a la mímica; miradas y gestos que John Carrafa lleva a sus últimas consecuencias desarticulando las posturas.

Es una pieza menor que se ve con tranquilidad y cumple el papel de apertura de programa: preparar al público para números más intensos.

En Baker's dozen Carrafa hace gala de un giro excéntrico que transmite hilaridad, un humor que en la segunda pieza se convierte en tensión controlada. En la calidad de su baile se siente la égida de su fuerte personalidad. Twyla debe haber encontrado en él la realización de uno de sus postulados: asumir la fuerza escénica con cierta indiferencia que se muestra como relajación. Es un bailarín excepcional de nuevo cuño que hace un uso casi deportivo de su cuerpo.

Untided (Philip Glass) es una creación sólida que ha sabido sacar el máximo de partido a una música difícil, aunque amena si se compara con otras de su género.

Los sonidos de Glass, repetitivos y procesados electrónicamente, facilitaron a Tharp la elaboración de codas sucesivas. Los personajes parecen sacados del filme Metrópolis, de Fritz Lang: hay algo de robótica en los pasos y en el excelente vestuario de Norma Kamali.

Las puntas rojas (no siempre tan seguras como deberían) dan un acento de tensión en ese dúo de chicas que atraviesa la escena como buscando apoyo.

Carrafa se vuelve a lucir en el trío final -y a través de toda la obra- con un baile que, como las secuencias sonoras de Glass, se desea que no terminé nunca.