Lorca y Castro en la calle de Alcalá
La presentación en el teatro Alcalá de la ópera de Juan José Castro La zapatera prodigiosa, basada en la obra de Federico García Lorca, constituye un acontecimiento y, al mismo tiempo, cubre una evidente carencia.Compuesta en 1943 por admiración a Lorca la obra se representó por vez primera en Montevideo, dirigida escénicamente por Margarita Xirgu, en octubre de 1949; hasta nueve años después no la conoce Buenos Aires, siempre con regie de la Xirgu, dirección musical de Castro y protagonismo de Pilar Lorengar y Manuel Ausensi.
El teatro Alcalá no es el Colón y apenas ofrece posibilidades para un montaje operístico dada la falta de espacio escénico y orquestal. Pero se hacen obras de reforma en la Zarzuela y el festival ha preferido utilizar el antiguo cine Pardiñas que retirar la obra de la programación.
La zapatera prodigiosa
Autores: Federico García Lorca y Juan José Castro. Intérpretes: Enedina Lloris, Carlos Chausson. Coral de Cámara de Madrid. Director: Miguel Groba. Orquesta Sinfónica de Madrid. Dirección musical: José Ramón Encinar. Dirección escénica: Horacio Rodríguez Aragón. III Festival de Otoño. Teatro Alcalá. Madrid, 2 de octubre.
Simón Suárez ha creado ad hoc unos sumarios decorados de intención simbólica: varios grandes libros se amontonan reproducidos en gran formato: Corydon, de Gide; Epiceno, de Jonson; poesías de Walt Whitmann, los viejos romances españoles y, como base para la acción, la misma Zapatera prodigiosa.
Color y ritmo
En el conjunto falta color, que con el ritmo es decisivo en esta pieza de títeres humanizados escrita, según Lorca, "en amarga lucha contra un arte abstracto de lo que resultó una fábula casi vulgar, con un realismo sin velos". Algo de esto le sucede a El sombrero de tres picos, de otro gran granadino, Pedro Antonio de Alarcón, y por lo mismo sedujo a Falla, cuyo teatro se movió continuamente entre la humanidad, los títeres, el retablo y la danza.Juan José Castro, el más entrañable amigo y colaborador que tuvo don Manuel durante sus años de Argentina, profundizó en el estudicide la técnica y la estética de Falla y extrajo consecuencias bien evidentes en La zapatera. Con lo que la obra gustó tanto al músico español que llegó a afirmar que se trataba "de la música que Lorca hubiera querido" para su pieza. Tanta es la fidelidad que los pocos temas populares utilizados son, precisamente, los elegidos por el poeta para ilustrar su farsa o para clausurarla en un curioso fin de fiesta del que nos da cumplida cuenta Joaquín Forradellas.
La vivacidad de los diálogos, la alegría interior del casi romance fueron tratadas por el compositor argentino con raro espíritu de adivinación, a modo de grande y variado esquerzo, cuyas escenas, dentro de la continuidad total, aparecen perfectamente definidas en su carácter y en su estilo. No faltan trozos líricos tan bellos como el final de la obra, pero, en general, la vocalidad de la partitura se resuelve en una curiosa mezcla de parlato, recitativo vertiginoso, melopea como la del Niño o los leves abultamientos expresivos aplicados al alcalde o a los tipos constantes y familiares en el repertorio lorqueño.
Enedina Lloris es estupenda. Dominó la difícil parte, en lo vocal y en lo teatral, con gracia y profesionalidad consumadas y encontró excelente respuesta en el zapatero de Carlos Chausson y todo un reparto en el que no se descuidó ningún papel, mérito que alcanza al director escénico, Horacio Rodríguez Aragón, que, dadas las limitaciones del Alcalá, hizo lo posible y más de lo posible para mover con adecuado espíritu la escena.
Brilló en todos sus valores, que con ser muchos parecen ir en aumento, el director musical José Ramón Encinar, quien a otros muchos méritos añade uno bien raro: sabe hacer música.
Babelia
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