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Caballé y Pavarotti en la gala del 25º aniversario de la Opera de Berlín

ENVIADO ESPECIALLa ópera de Berlín celebró el miércoles sus 25 años con una gala que ha tenido un coste superior al medio millón de marcos (unos 33 millones de pesetas). Fue una maratón de estrellas de ópera de más de tres horas de duración, transmitida por Eurovisión y con dos figuras indiscutibles: Montserrat Caballé y Luciano Pavarotti.

El edificio de la ópera de Berlín, muy del gusto de los años sesenta, se engalanó para recibir una treintena de grandes figuras internacionales del bel canto. El escenario estaba decorado con un gran tímpano de flores de tela, y a lo largo de la representación pudieron verse todas las posibilidades mecánicas de que dispone este teatro, con su gigantesco escenario abierto hasta el fondo.

De una especie de caja de Pandora articulada a distancia fueron apareciendo los artistas. El primer momento de emoción fue cuando el veterano Hans Beirer, andando con mucha dificultad, llegó hasta el centro de la escena para interpretar un fragmento del Sigfrido de Richard Wagner. Toda la primera parte, a excepción del fragmento de ballet y un aria de Smetana cantada por Lucía Popp, estuvo dedicada a compositores alemanes.

Eva Evdokimova, que fue bailarina estrella de esta sede, estuvo perfecta y aérea en el trozo escogido del segundo acto de la Sílfide, de Bounonville. Su presencia fue la evocación de un pasado romántico y de una manera de danzar que poco a poco se extingue. El momento desgraciado de la noche lo protagonizó su partenaire, el checo Lubomir Kafka, que sufrió una aparatosa caída en plena variación.

Kafka es un excelente, bailarín que asume las dificultades de la escuela danesa sin problemas, y el público, condescendiente con lo que fue sin duda un accidente fortuito, estalló en sonoros aplausos.

Sonrisa de dentífrico

Pavarotti no se prodigó demasiado. Hizo su aria, Cielo y mar, de La Gioconda, pañuelo en mano y amplia sonrisa de dentífrico. Las también italianas Mara Zampiére y Lucia Aliberti, con fragmentos de Lucia y Manon, respectivamente, calentaron a un público que esperaba a la Caballé, que apareció toda de negro recortada sobre un telón púrpura. Fue la perfección. Su Pace pace verdiana fue ovacionada con gritos nada comunes en el compuesto público berlinés.Un espectáculo que discurrió a la perfección, a pesar de los complicados cambios escénicos que permitieron disfrutar de la amplia reserva de telones pintados de la ópera.

Jesús López Cobos estuvo al frente de la orquesta en la segunda parte del programa, siendo recibido con mucho calor por un público melómano que le conoce bien. Allí se encontraba, esta vez como espectador, Lorin Maazel, uno de los de la vieja guardia de este teatro

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