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La ONU se enfrenta al riesgo de su inminente insolvencia económica

Francisco G. Basterra

Cuando en la jornada de hoy el Rey de España se dirija a la 41ª Asamblea General de las Naciones Unidas, la preocupación de los delegados de los 159 países miembros de la organización no estará puesta ni en Suráfrica ni en la insoluble crisis de Oriente Próximo, sino en cómo evitar la insolvencia de esta organización mundial. Si Estados Unidos no da marcha atrás y reconsidera su propósito de reducir en más del 50% su contribución al presupuesto de la ONU, la institución no tendrá dinero para pagar en diciembre la nómina de sus 11.000 empleados.

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El almuerzo que hoy ofrecerá el secretario general, Javier Pérez de Cuéllar, a don Juan Carlos y a otros jefes de Estado reflejará la austeridad que preside la organización, dijo a EL PAÍS un embajador ante la ONU."El funcionamiento de las Naciones Unidas corre un serio riesgo", ha advertido solemnemente Pérez de Cuéllar, que ha señalado a Estados Unidos como el culpable de haberse llegado a esta situación insostenible. "No está claro si conseguiremos mantener la solvencia hasta final de año", añadió el secretario general, que ya ha conseguido realizar recortes presupuestarios que pueden ahorrar 60 millones de dólares (unos 8.100 millones de pesetas) en un presupuesto anual de 841 millones, que fundamentalmente pagan Estados Unidos (el 25%), Japón, la URSS, Alemania Occidental, Francia y el Reino Unido. España es el noveno contribuyente con un presupuesto de 16 millones de dólares. Las naciones que más pagan exigen un mayor control presupuestario.

Para algunos representantes en la ONU, como el embajador noruego Tom Vraalsen, "esta crisis servirá para transformar la organización y será crucial en su historia. Es la primera vez en 40 años en que la ONU se ha mirado a sí misma". Vraalsen preside el grupo que estudia la reforma interna.

Pero para muchos observadores, la crisis no es sólo financiera, sino más de fondo. Algunas naciones, fundamentalmente occidentales, han llegado a la conclusión de que "el sistema de las Naciones Unidas no es viable ni creible", denunció esta semana Pérez de Cuéllar. Es la crisis del multilateralismo que ha creado un foro sin poder ejecutivo alguno, limitado por el derecho de veto de los cinco grandes y que se limita a discutir las crisis, sobre las que no tiene control alguno, sin impedir la polarización creciente Este-Oeste.

El llamado "debate general", que se abre hoy, se limita a ser un tedioso monólogo que dura tres semanas y durante el cual 159 países exponen sus posiciones sobre todos los problemas mundiales.

EE UU también se queja de una burocracia excesiva y propicia al dispendio irresponsable. La sesión especial sobre Namibia que concluyó el pasado viernes, es la tercera reunión que la ONU dedica a este asunto este año, y un ejemplo de la ineficacia y repetición que denuncian sus críticos.

La ONU, critica también Washington, es utilizada por el bloque del Este para espiar en Estados Unidos. Esto explica en parte la batalla que libra Reagan para reducir en una tercera parte las misiones diplomáticas soviéticas en Naciones Unidas. La URSS, Ucrania y Bielorrusia -las dos últimas aparecen como países independientes- tienen 267 diplomáticos acreditados en la ONU.

Un país, un voto

Washington querría acabar con el sistema actual de un país un voto, que permite que 80 países que pagan un 1% decidan cómo se gasta el presupuesto. El año pasado, las naciones que contribuyeron con un 80% al mantenimiento de la organización (EE UU, la URSS, Japón y Europa Occidental) se abstuvieron o votaron contra el presupuesto de 1986.La senadora Nancy Kassembaum ha conseguido que el Congreso norteamericano apruebe una medida que requiere a EE UU que retenga el 20% de su contribución a la ONU hasta que se acabe con la regla de un país un voto, establecida en la Carta de la organización mundial, y no se dé más peso en las votaciones a los que pagan más. La Administración, por su parte, ha declidido también recortar 22 millones de dólares del presupuesto destinado a esta organización. Esto, unido a otras reducciones del Congreso, podría suponer que Washington deje de pagar 149 millones de dólares (paga actualmente 210 al año) el mes próximo, lo que representa el 70% de su contribución y un 17% del presupuesto total de la ONU.

Sólo una intervención directa y decisiva de Ronald Reagan puede detener la crisis. Se espera que el presidente norteamericano dé hoy, en su discurso ante la Asamblea una señal de que está dispuesto a reconsiderar su actitud y elogie a Pérez de Cuéllar por sus esfuerzos en reformar las Naciones Unidas.

El secretario de Estado, George Shultz, y el embajador ante la ONU, Vernon Walters, han advertido a la Casa Blanca que una reducción drástica de la contribución norteamericana sería un error político, que aislaría a EE UU en el seno de la organización y sería mal recibida por los aliados. Además, argumenta el Departamento de Estado, la ONU ya no es un foro automáticamente hostil hacia Estados Unidos y el antiamericanismo ha ido atenuándose. En los últimos días, la Administración ha iniciado una labor de presión sobre el Congreso para intentar que éste reconsidere las restricciones impuestas al dinero para la ONU.

Washington quisiera, además, ayudar a Pérez de Cuéllar, el diplomático peruano de 66 años cuyo mandato concluye en diciembre, pero cuya reelección desea EE UU. Aunque no lo haya anunciado, es muy probable que el secretario general aspire a un nuevo mandato, a pesar de que el pasado verano sufrió una imporante operación cardiovascular, un cuádruple by-pass, de la que se ha recuperado muy bien. Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad apoyarían a Pérez de Cuéllar. Sólo China mantiene dudas. De momento no hay ningún candidato y si no repite el secretario general actual, el puesto pasaría a ocuparlo un africano, algo que en principio no es lo más deseable para EE UU.

Más información en la página 17

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