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"En la guerra todos cometen crímenes..."

Historiadores alemanes intentan disculpar las matanzas de judíos ligándolas a la amenaza soviética que pendía sobre Alemania

Los crímenes cometidos por el régimen nacional socialista alemán son únicos en la historia de la humanidad, y sobre el pueblo alemán recae una culpa colectiva que condiciona tanto la política de los alemanes como su propia concepción de la historia y su identidad nacional. Esta idea, impuesta por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, aceptada por los dos Estados alemanes y clave del consenso antifascista internacional de la posguerra, está siendo cuestionada masivamente por historiadores alemanes en los últimos tiempos.

En la República Federal de Alemania un elenco de historiadores se ha lanzado en los últimos meses, 41 años después del final del hundimiento de la Alemania nacionalsocialista, a una cruzada contra esta interpretación de la historia, indiscutida hasta ahora, que estigmatiza a los alemanes, según consideran, injustamente. Estos historiadores, entre los que se encuentran algunos de los principales expertos en temas de nacionalsocialismo, como Ernst Nolte, parecen haber llegado a la conclusión de que pasados cuatro decenios se hacen admisibles comparaciones que hasta ahora no lo fueron. Tanto Nolte como Andreas Hillgruber, con su nuevo libro La destrucción del Reich alemán y el final del judaísmo europeo, concluyen que los crímenes nazis no fueron una aberración histórica única consecuencia del desarrollo de la nación, sino un capítulo más en la cadena de crímenes que ha cometido y cometerá la humanidad. Además, ambos consideran que existe un nexo causal entre los crímenes nazis, el holocausto y la amenaza soviética que pendía sobre Alemania. Nolte llega al extremo de preguntarse si Hitler "no cometería un acto asiático (en referencia al genocidio) sólo por sentirse él y sus semejantes como víctimas potenciales o reales de otro acto asiático (en referencia a una agresión oriental)". El tono académico de sus afirmaciones no oculta el propósito, común a todos ellos, de presentar los crímenes nazis como un eslabón más y relativizar con ello el alcance de los mismos. Es decir, Auschwitz fue una consecuencia del Gulag soviético. Todo en aras de una supuesta puntualización histórica necesaria para restablecer con rigor realidades históricas trastocadas por las potencias vencedoras tras la guerra. El libro de HilIgruber tiene en el título el primer indicio del propósito citado. "La destrucción del Reich alemán" se presenta como un acto violento, y "el final del judaísmo europeo" con términos tan neutros que alguno podría pensar que el final se debió a la libre voluntad de los interesados.

Esquizofrenia

Hillgruber se identifica en el libro "con los esfuerzos desesperados y llenos de sacrificio del Ejército y la Marina del Reich", que intentaban salvar a la población de la "orgía de venganza del Ejército rojo". Como es común en la interpretación de la historia quie hace no ya la extrema derecha sino también amplios sectores del partido gubernamental en Bonn (CDU), HilIgruber parece dar a entender que la tragedia comenzó en 1945 con el avance de las tropas soviéticas por tierras que fueron alemanas, y no en 1933, cuando los alemanes eligieron a HitIer, o en 1939, cuando éste asaltó Polonia.El profesor Hellmut, Diwald, de la universidad de Erlangen (Baviera), considera que los alemanes deben revisar su interpretación de la propia historia para poder volver a caminar erguidos. "Los españoles no se dejan incomodar lo más mínimo por el hecho de haber exterminado a incas y aztecas. Por el contrario, la era de los conquistadores es para ellos una época gloriosa". Diwald pide rigor para salir de la esquizofrenia en que, según dice, se encuentra el alemán cuando se enfrenta a su historia. "¿Existe acaso alguna duda de que somos un país mental y espiritualmente ocupado?".

En el diario Frankfurter AlIgemeine, uno de sus editores, Joachim Fest, se unió la pasada semana al coro de los "desmitificadores de la historia" que consideran que no existen diferencias cualitativas entre los crímenes del nazismo y los de la revolución bolchevique, e insistió también en el celebre "nexo causal", que viene a hacer recaer sobre Lenin al menos narte de la responsabilídad asesina adjudicada a Hitler.

Toda esta historia comenzó con Bitburg, donde el canciller federal Helmut Kohl insistió en llevar al presidente norteamericano, Ronald Reagan, para honrar a los caídos, entre ellos miembros de las SS nazis. En Austria, el ya presidente Kurt Waldheim defendió a los "que habían cumplido su deber en los frentes" de un ejército invasor que escribió algunas de las páginas más negras de la historia.

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Por supuesto que no hay un resurgir de la ideología nacionalsocialista en la RFA ni en Austria. Es obvia, sin embargo, una tendencia a la trivialización de los crímenes nazis, a recurrir a frases como "en la guerra todos cometen crímenes", que un debate extremadamente academicista debilite el impulso moral que la historia, la conciencia del carácter único de la orgía de amoralidad del nazismo, ha supuesto para Alemania y para todo el mundo civilizado. Tiene fuerza y representación parlamentaria en el grupo cristianodemócrata ese sector de la sociedad alemana que ve en los alemanes, en la división de la nación y la pérdida de los territorios orientales, a la única víctima de una guerra que difícilmente recuerdan quién inició.

Intereses concretos

Jurgen Habermas, filósofo y sociólogo, considera que los historiadores en cuestión persiguen intereses concretos en una revisión de la historia y la filosofía política de la República Federal de Alemania.En un largo artículo en el semanario Die Zeit, que codirige el ex canciller federal Helmut Schmidt, Habermas califica de escándalo el libro de Hubgruber y critica los intentos de estos historiadores de fomentar un patriotismo que, despojado del peso del pasado nacionalsocialista, vuelva a basarse en valores nacionales tradicionales. Con una nueva interpretación de la historia en la que la tragedia alemana no haya sido autoprovocada, el país se hallará más firmemente anclado en la alianza militar occidental. Habermas advierte que "la apertura incondicional de la RFA hacia Occidente es la gran conquista intelectual de la generación de la posguerra. Ésta no se ha estabilizado por una filosoria otanista de carácter nacional-alemán, sino por la superación de esa ideología que los revisionistas quieren restablecer. El único patriotismo que no nos aleja de Occidente es el de la Constitución y una convencida vinculación a los principios universalistas de la ley fundamental".

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