Torero en negro
Rafael de Paula vestía de negro total: seda y alamares. Rafael de Paula, diestro gitano de impar figura, era una pincelada escurridiza sobre la claridad del albero. Vestía como vistió Joselito a la muerte de su madre; un daguerrotipo que ha transmitido en sepia su :imagen durante generaciones.Pincelada negra, escurridiza; torero en negro cuya torpeza descomponía la estética de su estampa. Rafael de Pauta quería hacerle el toreo gitano a un gran toro pastueño. Quería hacérselo, no le salía; pues así como su. arte es embrujo profundamente sentido, desconoce la técnica con que debe aplicarlo. Las intervenciones del torero en negro eran un caos: el engaño atrapado por los pitones; trastabillaba demudada la olivácea faz, que oscurecía terrosa.
Santamaría / Paula, C
Vázquez, Niño de la CapeaCinco toros de hermanos Santamaría y 2º, sobrero de Guadaira: bien presentados, flojos excepto el 4º, de juego desigual. Rafael de Paula: bajonazo (división y saluda); pinchazo y media (división). Curro Vázquez: dos pinchazos y estocada corta trasera (ovación y salida a los medios); pinchazo y bajonazo (oreja). Niño de la Capea: pinchazo, y bajonazo (silencio); tres pinchazos (silencio). Plaza de Las Ventas, 13 de septiembre. Tercera corrida de la feria de otoño.
Sin embargo, alguna rara vez, la técnica se acoplaba al arte y la unión creaba una verónica de fantasía, un redondo aromatizado de esencias, un trincherazo majestuoso, un ayudado por alto convirtiendo en fresca brisa el barrido dorsal de la noble fiera. Al gran toro Paula no consiguió sacarle más provecho. O acaso esas muestras de arte ya habían sido suficientes. Al fin y al cabo, no las volvería a haber, más inspiradas, en toda la tarde.
Torazo el cuarto, el de más trapío, armamento y fuerza de la corrida, Pauta le ensayó un quite del que surgió tina verónica impecable. En la media verónica perdió el capote, le persiguió el toro con peligro, gorras de areneros, almohadillas lanzadas desde el tendido, sobre todo la providencia, le libraron de la cornada.
El torazo se hizo pregonao. Aculado, junto al pilarote de la puerta de arrastre, estaba a la defensiva, sin querer embestir, sí cornear a quien se le acercara. El drama se cernía sobre el. torero en negro, pero no Fe produjo, porque macheteó y mató con brevedad.
Igual de querencioso resultó el sexto. Ahí pasaron peligro los banderilleros, y se salvaron de la cogida gracias a dos oportunísimos quites de Joselito Calderón. A ese toro, Niño de la Capea no pudo o no supo sacarlo de la querencia. En el otro que le correspondió, un inválido aborregado, pegó pases sin relieve.
También estaban inválidos los de Curro Vázquez. En el segundo de la tarde unas veces se acoplaba, otras no; y, cuando sí, toreaba con sabor. Un trincherazo colmó los paladares de la afición más exigente. El quinto le tropezaba la muleta a Curro Vázquez, hasta que el diestro acertó la distancia adecuada para el cite, que había de ser lejana. Entonces fue cuando se reencontró con la torería, y la faena tuvo vibración. Se arrancaba el toro de largo, paraba el torero la fija embestida, la embarcaba en redondo con deliciosa pulcritud.
Le concedieron una oreja, que recompensaba aquellos muletazos emocionantes, y que luego debió perder, por lo feamente que mató. Es fama que en Madrid no se concedían orejas cuando había bajonazos. Pero eso era antes, y ayer Las Ventas no quiso hacer honor a su categoría de primera plaza del mundo.
O sería que Las Ventas deseaba acentuar la importancia del toreo sensible y hondo de Curro Vázquez, para contrastarlo con la mediocridad de un habilidoso pegapases y la nulidad técnica de un torero en negro, cuya genialidad es soplo fugaz, goteo de color apenas perceptible; como las motitas granate que salpicaban aquí y allá sus alamares, con propósito de iluminarlos, y se difuminaban en la severa opacidad del terno.
Babelia
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