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Crítica:43º FESTIVAL DE VENECIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Alain Resnais presenta con 'Melo' un ejercicio entre el teatro y el cine

Gian Luigi Rondi,director de la Mostra, pretende que la edición de este año tenga un eje las relaciones entre cine y teatro. Falta por ver el resto de películas para saber hasta qué punto esta opinión se corresponde a la realidad. Por el momento, aunque la teatralidad no está ausente en varios de los que ya han desfilado, más bien podría hablarse de un retorno del romanticismo o de las historias en las que la privacidad lo domina todo. Es más, cuando aparece una excepción, como el Fatherland de Ken Loach, la rigidez de sus convicciones y su necesidad de apartar todo lo que signifique placer, o deseo del mundo, de los personajes no deja de causar un cierto estupor. Resnais es uno de los realizadores que juega tanto con el teatro como con el romanticismo en Melo.

El filme de Alain Resnais es una nueva versión de una famosa obra de Henry Bernstein, una clásica situación de triángulo en que dos de los vértices son antiguos amigos, músicos ambos, algo que favorece el desarrollo del melodrama y lo lleva al terreno de su esencia. Porque lo realizado por Resnais es de una radicalidad notable. A partir de unas condiciones de trabajo duras y particulares -tres semanas de rodaje, un presupuesto reducido, etcétera- y de un respeto total al texto y a la estructura teatral -los actos están marcados por la aparición de una cortina-, el cineasta desarrolla un trabajo de puesta en escena que supone una lectura distinta de Bernstein, algo que roza la posmodernidád, o, mejor y más pertinentemente dicho, algo que supone la introducción de la ironía y la distancia temporal respecto a las peripecias amorosas de los protagonistas. Resnais bromea con la historia, con situaciones que se le antojan imposibles, pero nunca con los sentimientos.Melo es un filme sobre el amor y la ausencia del ser amado, preciso, elegante, inteligente -quizá duela ver tanta competencia profesional aplicada a lo que está condenado la ser una obra menor-, una aúténtica demostración de lo que significa ser un artesano del cine -a Resnais no le gusta que le califiquen de autor-, alguien.que ha hecho de la puesta en escena su oficio y que demuestra que sólo planificando es posible dar una interpretación de un texto. Además, los actores -Dussollier, Sabine Azema, Fanny Ardant, Pierre Arditi- son formidables y el decorado y la fotografía resultan modélicos.

Con el corazón encogido

El alemán Peter Lilienthal, con su aproximación tangencial a la comunidad judeo-germana que vive en Tel-Aviv, a partir de un relato en el que se nos muestra la difícil relación entre un padre y un hijo, logra dejar al espectador con el corazón encogido. El filme no es ninguna maravilla estilística, pero si sabe ir hacia su objetivo sin necesidad de hablar nunca de él. La película se titula Das schweigen des dickers, es decir, El silencio del poeta, y nos expone el por qué de ese callar. Por un lado tenemos la bíografia personal de ese viudo con un hijo mentalmente disminuido; por otro, un contexto deprimente en el que la guerra es un telón de fondo y en el que el sentimiento de provisionalidad lo invade todo, desde las relaciones hasta la arquitectura. Lilienthal, habla de su necesidad de hacer "un filme feo, con una fotografía descuidada", pero lo cierto es que su poeta silencioso vive en un universo estéticamente poco agraciado, pues ni los decorados naturales son hermosos ni la planificación ayuda al embellecimiento. Es más, esta crónica le las razones no formuladas de su silencio se nos acaba de hacer angustiosa y creible gracias a la música de Claus Bantzer, que enmarca el clima de pesadilla sin salida en que viven los personajes.La película americana del día ha resultado decepcionante. Big trouble in little China es, o quiere ser, una trepidante cinta de aventuras y humor. La mejor manera de definirla es recurriendo a un juego de comparaciones. Este Big trouble... es a Manhattan Sur lo que Abott y Costello eran respecto al Nosferatu de Mumau. Vamos, que no faltan algunos buenos gags, pero el conjunto es una parodia de escasa categoría.

Como buena parte de los más recientes grandes espectáculos hollywoodenses, éste, dirigido por el estimable John Carpenter, es demasiado. tributario de la moda y se deja devorar, por los efectos especiales, algo que priva la película de su encanto a lo Fumanchú y la aproxima a Los cazafantasmas.

¿Hasta qué punto los cineastas inventan?, Viendo las películas de Eric Rolimer, y más concretamente las pertenecientes a la serie Comedias y proverbios -los Cuentos morales eran otra cosa, pues el cineasta siempre disponía dentro de la ficción de un portavoz-, se tiene la sensación de que actores y personas son una misma cosa, que si el cineasta los ha elegido, no es para que interpreten, sino para que sean lo mismo que en su vida cotidiana. Le rayon vert, presentada en Venecia y de próximo estreno español, no es una excepción. Marie Riviére es la Delphine sentimentamente solitaria y desorientada que busca en ese destello verde un signo que le infunda seguridad. Es una señal de cielo que no puede fallar: si se ve ese rayon vert es que el hombre elegido es el ideal.

"En lo que sí creo yo", nos explica Marie Riviere, "es en la necesidad de buscar y encontrar a alguien. Personalmente, tampoco quisiera hacer unas vacaciones sola, nunca lo he hecho. Ahora, lo de confiar en un rayo verde para resolver las dudas sobre la autenticidad de tus sentimientos y los de los demás lo encuentro exagerado, novelesco".

La actriz Marie Riviére roza los 30 años, y ahora es la primera candidata al premio para la mejor interpretación femenina. Pero faltan muchas películas por ver. Tiene el pelo castaño claro, ligeramente rizado, confiesa que su color preferido es el rojo y que no ha leído nunca la novela de Verne que da título al filme. "Tampoco he visto nunca el rayo verde en la vida real. Al equipo le costó muchos días de rodaje en Canarias para hallar una puesta de sol idónea".

Como la Delphine de la película, a Marie no le gusta correr riesgos:, "Lo peor fue tener que improvisar, inventar frases a partir de una situación dada que tenía que llegar a un determinado final. Prefiero aprenderme unos diálogos perfectamente escritos, pero esto no ha sido posible en Le rayon vert. Rohmer quería saber cómo hablábamos, de qué manera nos movemos cuando decimos ciertas cosas. La ropa de la película es la misma que llevamos a diario y, como el lenguaje, ha de confundirse con la vida".

Casi un documental

La puesta en escena rohmeriana es transparente, sin subrayados, sin que las opiniones del autor aparezcan en primer o segundo plano. Cronista de lo que ve distanciado y frío y no se sabe si irónico ante las barbaridades que dicen sus actores.La película es por varios motivos la más experimental, de entre las últimas realizadas por Rohmer. Él es el responsable de casi todo, desde la fotografía hasta el argumento, pasando por todo el casting y, obviamente, la dirección. El rodaje ha sido largo, así como lapreparación, y se ha hecho con una cámara de 16 milímetros, para reducir costes y dar mayor flexibilidad de trabajo al equipo, muy reducido. Tal y como explica la protagonista, no es un documental, pero sí un documento sobre una manera de trabajar, sobre una época y unos sentimientos. Y sobre Marie Riviére.

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