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La explicación de un compromiso político

GABRIEL JACKSON

Durante los últimos 40 años me he ganado la vida como profesor y escritor de Historia. No he pertenecido a ningún partido político ni he votado permanentemente a favor de uno solo. He pensado siempre que las motivaciones de los hombres y su relativa competencia eran más importantes que el hecho de que vivan en cualquier variedad particular de sociedad capitalismo socialista. Con las modestas cantidades de tiempo, y de dinero que me he sentido capaz de ahorrar de mi trabajo profesional he apoyado a tres causas; principales: el desarme nuclear, las libertades y los derechos civiles y la defensa de los prisioneros de conciencia en calidad de incorporado a la labor de Amnistía Internacional.Los boletines mensuales de las organizaciones a las que pertenezco nunca han resultado una lectura agradable: informaciones sobre las más de 120 guerras menores disputadas desde 1945, las diversas maneras en que puede ser destruida la biosfera por la proliferación de armas tecnológicamente innovadoras, la opresión de las minorías raciales e ideológicas en mi. propio país, los miles de torturas y ejecuciones en todo el mundo realizadas en el nombre de uno u otro fanatismo religioso o político. Particularmente en las Informaciones relacionadas con la tortura a menudo me siento incapaz de leer el texto entero. Trato simplemente de entresacar la, mínima información necesaria para dirigir una carta a algún ministro del Interior pidiendo que se permita al prisionero o prisionera recibir visitas de sus familiares o cuidados médicos y que se le someta a un juicio público e imparcial lo antes posible.

Buscando distraerme de esas dolorosas informaciones, intento recordar, o definir para mí mismo, qué es lo que la inmensa mayoría de seres humanos anónimos desea en la vida. Cuatro cosas en primer lugar:

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1. La oportunidad de tener un medio de vida, principalmente a través de la posesión de tierra y herramientas en las áreas menos desarrolladas, y mediante puestos de trabajo en los sectores técnico y de servicios en las áreas económicamente más desarrolladas.

2. Un margen de decisión no coercible en la vida privada: con quién vivir, cómo emplear el tiempo de ocio, cómo educar a los hijos, a qué Dios adorar o elegir no adorar, etcétera.

3. Una mínima seguridad económica para uno mismo y su familia inmediata.

4. El sentimiento de que se hace algún tipo de contribución a la comunidad. Dada la gran dosis de cinismo y pasotismo que adornan las conversaciones en los bares, muchos lectores pueden poner en duda este último punto. Pero yo creo que en el fondo de su corazón la vasta mayoría de los seres humanos desea ardientemente sentirse socialmente útil de alguna manera.

Cuando desde la mayoría anónima vuelvo la mirada hacia las elites, hacia ese pequeño porcentaje que constituyen el liderazgo político, las clases empresariales y profesionales, los intelectuales y los artistas, me parece a mí que sus deseos fundamentales son los mismos, pero que para ellos el cuarto punto deviene relativamente más importante. Exigen un reconocimiento tangible en forma de (absurdamente) retribuciones económicas más altas, regalías, símbolos de estatus, influencia política, fama.

Pero si mi primera aproximación a las motivaciones humanas es correcta, ¿por qué el mundo es testigo de tanta guerra y opresión? No puedo consolarme pensando que la responsable sea una pequeñísima minoría de malhechores. Existen millones de soldados voluntarios, miles de torturadores gustosamente dispuestos a llevar a cabo las torturas, miles de líderes políticos y de intelectuales que son capaces de racionalizar su sadismo básico como una forma de virtud ideológica o religiosa. Utilizando el vocabulario de Siginund Freud, me veo obligado a reconocer que los hombres tienen deseos destructivos que son posiblemente tan poderosos como sus deseos creativos, sustentadores de la vida; que Thanatos tiene el mismo influjo que Eros en la vida instintiva de la raza humana. Los impulsos destructivos se expresan muy directamente en la guerra, en la violencia familiar, en los bajos fondos de las mafias que operan en toda sociedad, capitalista o socialista, cristiana, o islámica, y en la contemporánea plaga del terrorismo. Se expresan de manera menos directa en forma de opresiones de clases, nacionales y raciales.

El reconocimiento del amplio componente destructivo existente en la motivación humana conduce a otro dilema. Los grandes; hombres sanguinarios del pasado, los Daríos, Nerones y Atilas no tenían la capacidad física necesaria para destruir civilizaciones enteras o envenenar la biosfera para 10.000 años. Entre 1940 y 1945, su descendiente lineal, Adolfo Hitler, tomó decisiones sobre el uso de los escasos; recursos que, gracias a Dios, evitaron que la Alemania nazi obtuviera la primera bomba atómica. Un insustancial presidente estadounidense, de ninguna manera un destructor altamente motivado por temperamento, decidió la utilización de la bomba atómica para forzar la rendición de Japón en agosto de 1945. En la actualidad, apenas importa que sea Eros o Thanatos el que domina en los corazones de la vasta mayoría de los seres humanos. Dos; Gobiernos, sin consultar más; que a unas pocas docenas de miembros de sus propios aparatos, tienen la capacidad de destruir el mundo. Dentro de algunas décadas, si no logramos el desarme nuclear / químico / biológico, numerosos Gobiernos, mafias y grupos terroristas tendrán, como mínimo, la capacidad de ejercer chantaje sobre toda la raza humana con la amenaza de la aniquilación.

Así, yo llego a mis compromisos políticos básicos con el desarme nuclear y la defensa de los derechos humanos. Estos compromisos son más fundamentales que el compromiso con cualquier modelo económico o con cualquier creencia ideológico-religiosa. Constituyen el sine qua non para la supervivencia de la civilización. A pesar del evidente poder del instinto de muerte, tengo que hacer una apuesta cósmica en favor de Eros, tal como lo he definido en mis cuatro puntos relativos a los deseos humanos básicos. En términos prácticos, en el momento actual, esto significa apoyar sin reservas la iniciativa de los seis líderes no alineados en su llamamiento a favor de un final permanente para las pruebas de armas nucleares, y en su ofrecimiento de cooperación científica en el problema de la verificación. Significa apoyar en Estados Unidos y la Unión Soviética a todos aquellos sectores de las comunidades políticas y científicas que están apremienado a sus Gobiernos para que comiencen un proceso real, no sólo de limitación del incremento de armas nucleares, sino también de reducción y finalmente de eliminación de las mismas. Y significa en todos los tiempos la lucha por la libertad de expresión y contra el encarcelamiento y la tortura políticos.

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