María de Ávila deja la dirección del Ballet Nacional
María de Avila, directora del Ballet Nacional de España, dejó ayer este cargo, de mutuo acuerdo con José Manuel Garrido, director del Instituto de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), aunque continuará como asesora. Esta decisión se produjo tras dos reuniones: una con María de Ávila, y otra con Ray Barra y José Antonio, adjuntos a la dirección en los sectores clásico y español del Ballet Nacional. Dichos encuentros culminaron con la decisión de la directora y el nombramiento de una dirección interina compuesta
La oficina de prensa del INAEM confirmó en la tarde de ayer que se estaba celebrando la última de las tres reuniones programadas para encontrar una salida a la crisis del Ballet Nacional de España. Desde las cuatro de la tarde, José Manuel Garrido estuvo primero con María de Ávila, y luego mantuvo contactos por separado con los mencionados adjuntos a la dirección. Pasadas las cinco de la tarde, la reunión se hizo colectiva y a las siete aún continuaban debatiendo el futuro de la compañía titular. Finalmente pasadas las ocho de la tarde y mediante una comunicación telefónica la oficina de prensa del INAEM confirmó el abandono de María de Ávila como directora del Ballet Nacional de España. Fue nombrada una, dirección colectiva compuesta por Ray Barra, Antonio Ruiz de la Cruz (José Antonio) y Carlos Valverde presidente de la agrupación. María de Ávila continuará como asesora del INAEM para el ballet.La crisis del Ballet Nacional de España ha tocado techo. A los tres años de trabajo de María de Ávila la compañía ha experimentado un cambio notable de calidad, y el número de representaciones se ha triplicado, según las estadísticas ofrecidas por el Ministerio de Cultura. En el sector español las cosas marchaban bien, y dos proyectos ambiciosos y prometedores están en marcha, ambos iniciativas de la dirección. Sin embargo, esto no ha sido un lecho de rosas para la directora, que desde hace más de un año ha recibido las invectivas de un grupo de bailarines del sector clásico que ha pedido repetidamente su dimisión.
Dirección más dinámica
En varias ocasiones los bailarines que piden una renovación del equipo directivo del ballet han argumentado que quieren una dirección más dinámica, con un nuevo repertorio y una supuesta regularización de la vida interna de la compañía; sin embargo, estos mismos bailarines se mantienen aferrados a un convenio laboral que sólo les permite trabajar 36 horas semanales, ensayos y clases incluidas, a todas luces insuficientes para mantener un ritmo de trabajo medianamente parecido al de una compañía de ballet normal.Varios hechos disciplinarios catalogados por el Instituto de las Artes Escénicas y de la Músia (lNAEM) como graves, desencadenaron a partir de marzo pasada una situación practicamente irrespirable en la vida interna de la compañía. María de Ávila, decana de los pedagogos españoles de ballet clásico, ha resistido al frente de las dos agrupaciones titulares españolas en un intento de mantener coherentemente los propósito que le hicieron tomar las rienda de ambos conjuntos, el especializado en baile español y el del ballet clásico.
Los supuestos que recogía e diario Ya en su edición de ayer lunes apuntaban a una inminente dimisión ante la imposibilidad de llevar a cabo, según su parecer, las tareas de conducción -y de fundamentación- de la compañía clásica. En pleno mes de agosto, incesantes rumores de dimisión comenzaron a circular por los medios especializados madrileños Este periódico intentó infructuosamente obtener, tanto del Ballet Nacional como del INAEM, alguna declaración al respecto: todo el mundo estaba de vacaciones.
Los bailarines, durante su estacia en Santander, en una rueda de prensa previa a las actuaciones del conjunto en la Plaza Porticada de esa ciudad, volvieron a arremeter contra María de Ávila y José Manuel Garrido, director del INAEM. Ya anteriormente, en Diario 16 el día 30 de junio, había aparecido una larga entrevista con José Miguel Bau, uno de los bailarines expulsados por travestirse durante una actuación en la República Federal de Alemania, y miembro del comité de empresa del conjunto, donde repartía a partes iguales entre Ávila y Garrido las culpas del actual estado de crisis, manifestando que ambos carecían de la preparación necesaria para dirigir una agrupación artística de este tipo. En el caso de Garrido, le tachaba de oportunismo político en ciertas actitudes tomadas por el organismo rector: "Garrido sólo cree en lo que conviene a su carrera política."
A última hora de la tarde, el INAEM confirmó el fin de la dirección de María de Ávila y una fuente cercana a la compañía aseguró que la causa fue su último intento de retomar, con la autoridad necesaria, las riendas del Ballet Nacional de España, para lo que habría sido necesario remover una estructura laboral defectuosa que no es posible asegurar que el INAEM esté dispuesta a afrontar de inmediato. Una de estas tesis apuntaban a la separación de las dos compañías. De tal división, la compañía clásica se convertiría en Ballet de la ópera de Madrid, conservando su sede en el Teatro Real, con vistas a su apertura como teatro nacional de ópera y ballet en 1992.
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