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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

A vueltas con el lenguaje

No puedo estar de acuerdo con la saña, bárbara y aciaga -por utilizar palabras suyas- con que Sánchez de Zavala zahiere a algunos redactores de EL PAÍS en su carta al director del 15 de agosto de 1986.En primer lugar, porque entiendo que no es prudente dogmatizar sobre el idioma si no se hace gala de un lenguaje impecable. Entrando en el juego de sus, tiquis-miquis, resulta palmario que el titular a que alude en el larguísimo primer párrafo de su carta hubiera quedado tal cual aun llevando delante del sujeto uno u otro de los términos: los / unos / varios..., imprecisamente determinantes. Distinto si se hubiese recurrido a. una matización calificadora de la nacionalidad o el centro de trabajo de los investigadores diciendo, por ejemplo: científicos portugueses... o científicios del INI.

No es coherente iniciar una frase diciendo: Por no hablar... y luego hablar, y hablar pontificando. Ni para escandalizarse cuando al menos cabe discutir si es igualmente correcto el uso indistinto del indefinido o el pretérito perfecto a efectos de estilo. Ello parece indudable en relación con hechos vividos en expectativa de inmediatez (expectativa que sustituye al adverbio de tiempo): expresiones como "Ganó el Madrid", "Murió »Borges" o "No fue posible el acuerdo" no resultan entonces chocantes. Y menos en el especialísimo estilo de los titulares de periódico, obligado a la concisión por imperativos de espacio. En este caso, la transgresión sería pecado venial. De todas formas estoy con Sánchez de Zavala cuamdo lucha (y podía hacerlo sin aspavientos) por conservar un matiz diferencial, enriquecedor de nuestra lengua, ya irremisibemente perdido en los idiomas francés, e inglés.

Para, mí, la muy intencionada referencia a Pasionaria ornitiendo, el artículo nada tiene que ver con el zarandear el lenguaje. Tal srez en el trasfondo subyace un deseo estilístico de sublimar el epíteto, aligerándolo de un determinante todavía convencionalmente peyorativo. Semprún, en su Autobiografía de Federico Sánchez, comete el mismo delito. Otrosí en lo tocante a Indio, apelativo con el que, precisamente sin el artículo, en cnocido en México.

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Pero discrepo, sobre todo, porque sí algo prima en EL PAÍS es la selección -más rigurosa en materia de lenguaje que de contenido de los textos de sus editorialistas, redactores y colaboradores. Incluso llega al masoquismo de publicar, como en este caso, las críticas a su propia labor.

Un pero. EL PAÍS pudo haber demostrado su respeto a lo mucho que de positivo hay en-el denostado Tercer Mundo sacando de la sección Cartas al Director (una confortable cárcel de papel) el artículo, magistral por su contenido y su irreprochable lenguaje, del que es autor Nguema Emaga Eyui (EL PAÍS, 13 de agosto de 1986)- Luis Santos Gutiérrez.

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