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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una fiesta con ceremonial y liturgia

El Orfeón Donostiarra, la Sinfánica de la Radio de Hamburgo y el director Rafael Frühbeck de Burgos se despidieron de Santander con la inusitada Sinfonía de los mil, de Mahler. La expectación era tan grande que el festival internacional tuvo el buen acuerdo de abrir al público el ensayo general, con lo que la gran cúpula del templo sinfónico mahleriano acogió, en un solo día, a casi 5.000 fieles, entre los que no faltaron heterodoxos ni, mucho menos, beatos.La Octava sinfonía es no sólo adecuada para un gran festival, sino que constituye por si misma una fiesta con su ceremonial y su liturgia en la que la divinidad se reparte entre Dios (con el tan poco mahleriano Veni Creator) y la humanidad (a través del final del Fausto de Goethe), en un esfuerzo del compositor para glorificar su cosmogonía musical.

Con frecuencia estas obras carismáticas no son las mejores entre las de sus autores, como sucede en la Novena de Beethoven y en esta Octava de Mahler. Nadie les quitará, sin embargo, su categoría de mito y su desusado poder de convocatoria. La fusión del gran Orfeón Donostiarra, la Escolanía de San Ignacio y los coros Ametsa y Eskifaia dio un resultado excelente, que en un unión de la soberbia orquesta NDR y un destacado grupo de solistas internacionales sirvieron a Frühbeck, en toda su grandeza y con general claridad, el sonido y la solemnidad deseados.

El sumo sacerdote

Ante partituras como la Sinfonía de los mil, el director, aunque no quiera, se convierte en un gran líder o el sumo sacerdote de una música de raro pontificado. Éxito inmenso y acierto de programación, pues la obra se ha interpretado apenas cuatro o cinco veces en toda España, y lo primordial ante partituras y directores significativos es el conocimiento directo.

En su itinerario por Cantabria, el Feátival Internacional de Santander descubrió a muchos un escenario literalmente fantástico: el del castillo de Ocharán, en Castro Urdiales, la ciudad de las mil sorpresas que dio al país dos músicos de tan alto relieve como el director Ataúlfo Argenta y el compositor Arturo Dúo Vital.,

Construido a finales del siglo XIX por el original arquitecto Laredo, tanto el castillo como el palacio y el gran jardín que los rodea concilian diversos estilos, desde un arabismo renovado hasta un neomedievalismo castellano, del mismo modo que los húmedos verdores cántabros se alzan en las alturas de grandes palmeras por cuyos troncos asciende la hiedra. En ese escenario fuera de serie y ante más de 500 castreños actuaron los jóvenes solistas de Viena que dirige Gert Meditz, con el violinista griego Polizoides, en obras de Haydri, Schubert, Stamitz, y Rossini, llevadas en días sucesivos hasta el 23 a San Vicente de la Barquera y a los jardines del Museo Etnográfico de Camargo. Se cumple así, con brillantez, la importante y destacada finalidad del festival internacional en su nueva etapa: llegar a todos los rincones de Cantabria.

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