Pasos privados, públicos errores
Hay coreografías que deben ser vistas más de una vez, no para ser mejor comprendidas precisamente, sino para crear un concepto diferente sobre la obra. Esa dinámica de apreciación muchas veces trae, junto al esclarecimiento, la decepción. En otros casos sucede que un detalle brillante la primera vez se vuelve trascendente. La memoría visual desempeña en la apreciación dancística un papel fundamental. Hoy día se hace mucha danza referencial. Los estilos y las maneras del baile culto se encadenan en una infinita y a veces mágica progresión geométríca. Con Paul Taylor esto sucede limitadamente. Su inventiva, reputada por una decena de obras geniales, está cansada. Los bailarines respiran en escena, desde la corrección interpretativa, un hastío hacia esa perseverancia que ya ha dejado de ser una característica positiva. La insistencia de Taylor -con mucho de egoísmo- en definir estilo sacrífica las posibilidades formales de sus bailarines y eso provoca una atmósfera que sólo es salvada por la profesionalidad.Paul Taylor se repite. Y eso es grave. De un ballet a otro se aprecian soluciones idénticas y, ya sea por esa obsesión -por otra parte, lícita- de individualizar sus creaciones o por escasez de inspiración, el programa presentado en Madrid fue aburrido, lento y con pocos momentos de altura.
Paul Taylor Company
Roses, Wagner / Taylor; Runes, Busby / Taylor; Esplanade, Bach Taylor. Teatro Alcalá Palace. Madrid, 21 de agosto.
Algunos bailarines de la compañía son verdaderas estrellas -Christopher Gillis, David Parsons, Linda Kent- que se ven reducidas a una interpretación no del todo justificada. ¿Y si en la compañía de Paul Taylor los jóvenes hicieran coreografías? Otro gallo cantaría, claro está. Los pasos privados de Taylor llegan a convertirse en públicos errores, cuando podían haber quedado, con toda dignidad, en una merecida grandeza que ciertos manierismos han destruido.
Roses, que posee lirismo interior, estuvo falto de coordinación esta vez. Runes, una creación brillante, no queda bien insertada tras la primera pieza y eso le quita posibilidades de impacto. Es un error de programación que se paga muy caro. Con el repertorio de la compañía, algo más ameno y representativo podía haber sido ofertado. Esplanade tiene su mejor punto en un aspecto técnico: la relajación como base abierta para el desarrollo de los pasos. Hay quienes se escandalizan porque no ven las rodillas convenientemente estiradas. Sin embargo, en este caso, llega a entenderse. Es parte de la exigencia del coreógrafo.
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