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El legado imperfecto

Diego A. Manrique

Elvis, según un recuento apresurado, registró alrededor de 700 canciones diferentes. Por otra parte, se han editado versiones alternativas de numerosos temas, que también aparecen en abundantes grabaciones en directo, aparte de barrabasadas como encajar la voz del difunto en acompañamientos modernos. El resultado final es una inmensa discografía legal -lo de los discos piratas es un pozo sin fondo- de la que sólo se puede conseguir actualmente en España una mínima fracción.Las canciones más populares aparecen una y otra vez en discos dobles, como Elvis forever, Elvis para los fans españoles o 40 greatest, y en los tres volúmenes de Elvis golden records. También es posible localizar reediciones de discos originales de la primera época, como Elvis Presley, Elvis y Elvis is back, junto con las bandas sonoras correspondientes a Loving you, King Creole, G. I. Blues o Amor en Hawai. No está disponible el indispensable elepé que recopila sus grabaciones para el sello Sun, aunque sigue en catálogo otra valiosa antología, Reconsider baby, colección de interpretaciones de blues. Todos con el sello RCA.

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Resumiendo, mucho material de los años cincuenta y muy poco de los sesenta o setenta (aunque todo se publicó en su momento y pueda todavía aparecer en estanterías polvorientas). En muchos casos, no cabe lamentar su ausencia: en comparación con la obra de ídolos de épocas anteriores (un Frank Sinatra) o posteriores (The Beatles), el legado discográfico de Presley se distingue por su escandalosa irregularidad. Aunque fue un perfeccionista a la hora de sacar provecho a su voz, se enfrentó en numerosas ocasiones con un repertorio abismal: temas estándar que nada añadían a sus glorias, canciones cuyo mayor mérito era estar controladas por su propia editorial, infames rellenos para sus películas exóticas (incluyendo 57 piezas firmadas por un tal Ben Weisman, compositor a destajo al que se recurría cuando había que justificar un interludio canoro).

Una filmografía poco ejemplar

Al decir de varios veteranos de Hollywood que trabajaron con él, Elvis era un actor de gran naturalidad y carisma, una especie de James Dean en estado bruto. La gran frustración del cantante fue que le encarrilaran hacia películas ínfimas, de escaso presupuesto y nulas pretensiones. Durante la década prodigiosa, Elvis dedicó la mayor parte de sus esfuerzos profesionales a esa bazofia, renunciando al directo y descuidando su trabajo en el estudio de grabación. Aparte de Jailhouse rock, El barrio contra mí (King Creole) y algunas escenas sueltas -como las compartidas con Ann Margret en Cita en Las Vegas-, poco hay salvable en el Elvis cinematográfico. En vídeo están disponibles títulos como Estrella de fuego (CBS/Fox Video) o las seis cintas de The Elvis Presley collection lanzadas por FVC: G. I. blues, Amor en Hawai, Girls, girls, girls, El trotamundos, Fiesta en Acapulco y Paraíso hawaiano. Es preferible recordarle tal como aparece -brevemente- en documentales como Rock and rolI: the early days (RCA/Columbia Pictures International Video). Él no se consideraba un cantante de rock and roll -y en los últimos años llegó a detestar la obligación de repasar en vivo sus viejos éxitos-, pero, ¡qué cosas!, resultaba enormemente convincente en ese papel.

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