La ETA, el Caribe y los gallegos
Existía antes de 1959 en La Habana, y hoy sigue funcionando en todo su esplendor, una maravillosa sala de fiestas llamada La Tropicana. Yo estuve en una noche en la que la locutora saludaba a los participantes al Congreso Internacional de Médicos de Familia. Poco imaginaba ella que en aquella bulliciosa mesa de españoles en la que abundaba el ron y la alegría no todos eran congresistas. Confundido entre nosotros había un miembro de ETA confinado en la isla de Cuba. Le habíamos conocido unos pocos día antes y pronto se unió a nuestro grupo. No me preguntéis por qué se hacen esas cosas al otro lado del Atlántico. Era un muchacho simpático y agradable, nos sentíamos a gusto con él y creo que también él con nosotros. Y mientras lo pasábamos estupendamente con el espectáculo y el etarra trataba de meter mano a algunas españolas, yo pensaba en la mezcla de ridículas y trágicas que son todas las guerras. Que los que se matan y torturan en un sitio confraternizan en otro. Y que ojalá más temprano que tarde los gallegos (como nos llaman en Cuba a los españoles, sin distinguir entre vascos y extremeños) podamos emborracharnos juntos, no con ron y en una tierra hermosa pero lejana, sino con vino clarete y en nuestro país. No me hubiera atrevido a escribir esta carta si no fuese porque la nación que vio nacer a hombres como Julián Besteiro se merece la paz por encima de todas las cosas. Como él, yo pienso que el embestirse y embestirse y embestirse está bien para los toros. Pero los humanos tenemos el don de la palabra y lo que tenemos que hacer es negociar, negociar y negociar.- Luis Villanueva. Pasa a la página 10
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