Literatura fascista
El señor Rodríguez Puértolas, en la página 10 de su controvertida Historia ¿le la literatura fascista española, afirma con rotundidad que todo cuanto allí se dice está documentado, con sus correspondientes notas y bibliografía. Y en EL PAÍS del 27 de julio (Castas al Director) reitera una gran confianza en los resultados de su método historiográfico. Sin entrar en cuestiones de fondo, verifiquemos a título de prueba la información que facilita en las páginas 79-80 sobre el infortunado escritor del 98 Manuel Bueno y Bengoechea (1874-1936), antiquísimo radical, antiguo conservador (datista), moderno primorriverista, fascista por convicción en los años de la II República y, pese a todo ello, muy estimable novelista absurdamente olvidado, que murió ejecutado en zona gubernamental (Barcelona) al comienzo de la guerra civil, el 11 de agosto de hace 50 años.En el término de media página, el señor Rodríguez Puértolas nos dice que Bueno "publicó varias novelas desde 1912', prescindiendo de que ya hubiera publicado otra en 1906 -Corazóna adentro- y de que para aquella fecha fuera autor de tres libros de relatos y de varios textos teatrales. Sin duda las raíces de su fascismo pueden rastrearse en su volubilidad ideológica durante: los primeros años del siglo (por ejemplo, en su campaña anticatalanista de 1907 en el diario madrileño El Mundo).
El señor Rodríguez Puértolas trata de explicar la ideología del autor a través de su novela El sabor del pescado (sic, por pecado), errata reiterada que induce a sospechar, en el mejor de los casos, una vergonzante negligencia en la corrección de pruebas de imprenta, y en el peor, que el autor no ha visto el volumen; sospecha que crece si advertimos que todas las citas probatorias proceden de Eugenio de Nora, pero con la descalificadora simplificación de imputar a Manuel Bueno afirmaciones puestas en boca de personajes, incorrección metodológica explícitamente obviada por la fuente (Nora, La novela española contemporánea, 1, 282).
Si se trataba de ofrecer nueva y veraz información sobre las ideas de Manuel Bueno, podía haber recurrido el señor Puértolas a algún texto más convincente, como, por ejemplo, el ensayo De cara a un régimen (Madrid, Los 13, número 7, 14 de abril de 1933), donde el escritor expresaba, contradictoriamente, su fe en un fascio de izquierda con apoyo de los sindicalistas, salido de la calle y no de las sacristías, dirigido por Prieto, Miguel Maura o Calvo Sotelo -tanto le daba-, nunca por Gil-Robles, y que no creía muy viable porque un país como España, "de contextura espiritual africana, no acepta ninguna disciplina, y menos la que se impone con tanta rigidez como el fascismo".
Por último, y como consecuencia de un trivial tratamiento del índice alfabético, el libro del señor Rodríguez Puértolas nos ofrece la macabra humorada de situar a Bueno (Manuel, según el índice) llevando las cintas del féretro de Miguel de Unamuno, en Salamanca, el 31 de diciembre de 1936 (página 124), ¡cuatro meses largos después de su fusilamiento en Barcelona.!-
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