De los bailarines
El flamenco, cuando lo hacen bailarines y no bailaores, es distinto, y es lógico que así sea. Ver unas bulerías bailadas por toda la compañía del Ballet Nacional de España, con movimientos de grupos, etcétera, es en cierto modo un contrasentido. Incluso en las partes individuales, ejecutadas por algunos de los bailarines solistas con muy buena voluntad y derroche de virtuosismo danzante, lo flamenco apenas se salva.Es lógico que así sea, repito, porque el flamenco y el baile culto son dos estéticas distintas, por no decir dispares. Lo observamos una vez más en esta parte del flamenco que hace el Ballet Nacional en su actual programa, aunque debo dejar constancia de que, pese a ello, lo hace con una calidad y una dignidad que se agradece. Pero en verdad lo auténticamente flamenco estuvo solo en el cante y el toque atrás, excelentes, y en el baile por soleá de Merche Esmeralda, esta sí, bailaora, quien hizo una creación llena de empaque y belleza, delicada, a veces exquisita hasta lo sofisticado, y creo que en este afán excesivo de refinamiento es donde podría ponérsele algún reparo. José Antonio hizo unas romeras muy en bailarín, desvirtuándolas; lástima, porque en alguna ocasión anterior hemos visto a este artista un baile verdaderamente flamenco.
Ballet Nacional de España
Seis sonatas para la Reina de España, Danza Novena, Laberinto, Flamenco. Guitarristas: Luis Carmona, Habichuela, y José María Banderas. Cante: Manuel Palacín y Juan José Alcalá. Madrid, Centro Cultural Conde Duque, 11-13 de julio.
La primera parte fue interesante, con un Laberinto coreografiado y bailado por José Antonio sobre música de Montsalvatge de enorme complejidad y belleza, en que el bailarín dio su extraordinaria medida como creador y como intérprete. Las Sonatas de Scarlatti fueron una delicia formal. Ana González, en fin, se mostró versátil y solvente en la difícil versión de la Danza Novena de Granados.
Babelia
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