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LAS VENTAS

Los trenes

El saldo ganadero, cuatro hierros, cuatro, que ayer se lidió en Las Ventas tenía en común su trapío. Todos los novillos estaban como trenes. Y, aunque sean las vacas las que deberían pronunciarse al respecto, a buen seguro que coincidirían. De salida, los novillos embestían con fuerza y velocidad, arrollando como locomotoras. Después siguieron distintas vías hasta su destino final: filetes para estofado.El segundo, además de embestir como una locomotora, imitaba su sonido con mugidos continuos que atronaban los oídos de los espectadores. Aquello parecía un expreso circulando a todo tren. Galindo le banderilleó vulgar, excepto el último par, al sesgo por fuera, extraordinario. Y le hizo una faena valerosa con detalles de gusto y arte, como en los redondos y ayudados por alto. Pero la malogró con un feo espadazo caído, trasero y desprendido. En el quinto volvió a agradar hasta que se le acabó la embestida a su enemigo y se convirtió en un tren parado y pesado. En el que mató por cogida de Vera, un impresionante cornalón astifino, con peligro, la labor de Galindo fue digna y aseada.

De la Puerta / Vera, Galindo, Mateo

Tres novillos de Julio de la Puerta, primero, quinto y sexto. Uno de Murube, segundo. Uno de Martínez Elizondo, tercero. Y uno de Francisco Segura, cuarto. Todos de excelente presentación. Dieron juego desigual. Juan Carlos Vera: Palmas. Raúl Galindo: Vuelta. Ovación. Ovación. Salvador Mateo: Silencio. Pitos. Juan Carlos Vera resultó cogido por el cuarto, sufriendo herida en la región mandibular y conmoción cerebral, de pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas. 6 de julio. Un tercio de entrada.

La vía del tercer novillo debería haber conducido a su matador al cortijo y los millones. Pero el revisor, o sea, el público, descubrió que el billete de éste, Mateo, tenía como destino la nulidad de ideas y le apeó del tren del éxito. O se apeó el propio novillero, que está muy verde. Hasta el punto que: al intentar poner banderillas al quiebro no encontraba novillo, a pesar de su tamaño, y los palos quedaban en tierra. Así esta res, que embestía pastueña y hociqueando la arena, se fue con las orejas al desolladero. En el bragado sexto que cerró plaza, peligroso y manso, Mateo volvió a fracasar, matándolo a la última, entre el aburrimiento de los tendidos, donde, por cierto, se encontraba el torero Pascual Gómez Jaén, con el que Chopera nunca se negó a dialogar, aunque le haya prometido, por fin, una oportunidad después de tres rneses de estar solicitándola en la puerta de la plaza.

Juan Carlos Vera pudo con el primero, serio, largo, hondo y, de gran trapío y que llegó pregonao a la muleta. Vera puso sabiduría, valor y profesionalidad. Era lo mismo que estaba acreditando en el cuarto de la tarde, hasta que le llegó la cogida.

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