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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre Cernuda

Confieso, en primer lugar, mi admiración por los juicios y orientaciones culturales de Eduardo Haro. Por, otro lado, mi propio trabajo me acerca con frecuencia al campo de: la divulgación cultural, muy especialmente al terreno de la biografía. Por ello acudí con sumo interés a la primera cita televisiva de la nueva serie La memoria fértil, dedicada a Luis Cernuda. Mi decepción ante el retrato que se hizo del poeta fue paralela a la sorpresa que me causó el artículo Cernuda, reconstruido, firmado por Haro y publicado al lunes siguiente en el periódico que usted dirige.Me resulta muy difícil aplicar, como hace Haro, el término investigador, y más aún la frase "investigación del lenguaje de la televisión", al desvaído trabajo de Domenec Font. ¿Cómo se puede hablar de investigación cuando se recurre constantemente al tópico inexacto y facilón como lamentable opción estética? Dígaseme, si no, qué hacen esas sempiternas imágenes de caballo blanco trotando en la pradera o en la playa de turno que nada, nada que yo sepa, tienen que ver con las imágenes de Cernuda. Qué tiene que ver la amanerada interpretación que se hace de la homosexualidad de Cernuda a través del trabajo del actor Pepe Martín, tan esforzado como gratuito. (¿Cuándo terminará, por cierto, la insufrible costumbre de encasillar, hasta la exasperación, a un actor un determinado y casi único papel? Recuerdo, en este caso, la versión teatral de El

Pasa a la página 10

Viene de la página 9beso de la mujer araña, interpretada por Martín.) Incluso las preferencias estéticas de belleza masculina de Cernuda -la belleza morena, agitanada- ¿qué tienen que ver con el aspecto de ese joven, ya entrado en la veintena, que parece dejar por unas horas su pasarela de modelo de El Corte Inglés?

Muy poca investigación, por ahora; poca justicia también. Porque, en el programa, la homosexualidad de Cernuda, tan mal interpretada estéticamente, nos oculta en buena parte la insobornable rebelión cernudiana.

Y, por último, ¿cómo es posible que un escritor como Haro, de tan fino criterio a la hora de hablar de interpretación teatral y, más concretamente, de la palabra en el actor, pueda ponderar la dicción que hace Martín de los versos de Ceynuda? Pocas cosas de interés, en resumidas cuentas, salvo las entrevistas con expertos y con aquellos que conocieron en vida la compleja personalidad de Cernuda. Cernuda, pues, secuestrado. Esperemos que, en próximos capítulos, esas excelentes ideas que presidieron -en las palabras iniciales de Font- la serie La memoria fértil encuentren mejores materializaciones estéticas. Lo deseo de veras- Madrid.

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