Fernando Cardenal Alcántara
Médico de la OMS, propugna que la 'mili' pueda hacerse en el Tercer Mundo
A sus 61 años, este cirujano madrileño que ha pasado la mayor parte de su vida profesional en el continente africano reúne a la vez un aire juvenil y un aspecto relativamente gastado. Sus ademanes, su estilo, su humor y muchas de sus amistades son jóvenes; su delgadez de cuerpo, el color requema do de su piel y quizá las huellas sutiles de haber padecido varias veces el paludismo y la disentería no camuflan su edad real. Tras su regreso a España, en 1985, propugna que el Gobierno intensifique la cooperación con el Tercer Mundo. "Esa ayuda sería tan rentable para nuestro propio país como para el receptor", asegura.
Al acabar la carrera de medicina, en 1953, se marchó de España. Se consideraba un joven "un tanto pazguato entonces" y, además, "los puestos estaban acaparados por los vencedores de la contienda y las escalas del seguro obligatorio cerradas: había paro". Tras especializarse en el Reino Unido y Estados Unidos en cirugía ortopédica y traum4Ltológica, fue reclutado en 1960 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), entidad para la que ha trabajado en diversos escenarios africanos.Su vuelta a España, prematuramentejubilado -la OMS establece el retiro a los 60 años-, le coloca de nuevo "fuera del circuito, porque no tengo cabida en este sistema de incompatibilidades que me exige dedicación completa". Aunque sigue cumpliendo misiones parciales para la OMS, el tiempo que reside en España tiene el sabor dulce de las vacaciones indefinidas, el obligatorio ejercicio de la pereza. Y el hombre reparte ahora sus energías entre buscarse un cobijo permanente junto al mar e impulsar la cooperación entre España y el Tercer Mundo.
"A pesar de que se ha creado una Secretaría de Estado para la cooperación, los recursos son muy limitados y no existe un cuerpo de jóvenes voluntarios organizado, como en otros países, para que sus nacionales puedan cumplir el servicio militar en el Tercer Mundo". Aunque "hay cooperación con América Latina y más de la necesaria con Guinea Ecuatorial, la presencia de España en el resto del mundo es nula", recalca con su voz ligeramente untuosa. "Yo que he estado al otro lado de la barrera, sé que los cooperantes se enriquecen vital y profesionalmente. Y a su vuelta resultan más rentables para el país de origen".
Zaire, Congo, Etiopía y Zimbabue han sido algunos de los países africanos en los que ha trabajado como consejero de los Gobiernos, profesor universitario o planíficador de servicios. "No he sido un delegado de la OMS típico, porque a veces he ejercido la cirugía", rememora. Tambien contribuyó a organizar los servicios de emergencia de Zambia para hacer frente a un eventual ataque de Suráfrica, aspecto que quiere eludir discretamente, "porque la OMS es neutral en cuestiones políticas". Considera útil el saber de los curanderos que ha conocido y asegura que ha aprendido a delegar su poder en enfermeros cuando se trataba de operaciones sencillas. "Esto hubiera sido poco ortodoxo en Madrid pero no allí".
Pese a cierta imagen venerable, parece bien aceptado entre los jóvenes. "Por haber sido poco sociable de joven, y bastante soso, ahora me he ido liberando y me he vuelto más cosmopolita". Le preocupa la inadaptación juvenil, un problema común en el Norte y en el Sur. "Los jóvenes del Tercer Mundo están experimentando una revolución cultural, lo que lleva consigo su pérdida de identidad. Las aldeas se despueblan y buscan la ciudad. Igual que aquí".
En definitiva, el cirujano ha sido jubilado por el humanista y es la juventud y la cooperación internacional lo que realmente ocupa ahora sus desvelos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.