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'CUMBRE' EUROPEA

Aventuras de la 'cohabitación'

I. C. / A. O.El primer ministro francés, Jacques Chirac, no logró abrir la puerta de su automóvil oficial al llegar al palacio de Noordeinde, donde la reina Beatriz de Holanda ofreció un almuerzo a los 12 jefes de Estado o de Gobierno de la Comunidad Europea (CE) que celebran en La Haya su reunión semestral.

El primer ministro holandés, Riud Lubbers, aprovechó la ocasión para gastarle una pequeña broma sobre las aventuras de la cohabitación, que le obliga, en Francia, a compartir el poder con un presidente de signo político opuesto, el socialista François Mitterrand. El premier holandés es, por su parte, maestro en el arte de gobernar en coalición.

Como había ocurrido en la cumbre de los siete líderes de las principales potencias industriales en Tokio, la cohabitación francesa hizo que Chirac se sentara a la vera del presidente Mitterrand en la sala de reuniones. La presencia del primer ministro obligó al titular galo de la cartera de Asuntos Exteriores a renunciar a su puesto en el banquete real. El único que faltó a la cita, retenido en Lisboa por el voto de una moción de censura, fue el primer ministro portugués, Anibal Cavaco Silva.

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Holanda no es un país de grandes artes culinarias y los menús servidos a los comensales se inspiraron claramente en la tradición gastronómica francesa. Habían sido escritos en ese idioma, aunque con algún toque de la lengua de Shakespeare. Tras el menú del almuerzo, con pescado y aves, la cena incluía un consomé de hígado de oca, salmón de Escocia con espárragos y, como plato de resistencia, un cordero a la menta, todo ello regado con buenos vinos franceses.

Varios centenares de jóvenes federalistas europeos acudieron a La Haya para manifestarse a favor de la Unión Europea, pero no fueron tan numerosos como los que un año atrás se desplazaron a la cumbre de Milán. La reina Beatriz les dirigió un mensaje alentador.

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Más de 2.000 policías velaron estrictamente sobre la seguridad de los mandatarios y sus numerosos séquitos. Acaso lo hicieron de una forma algo exagerada. Las delegaciones se habían concentrado, para disfrutar de un dulce sueño, en el hotel Casino Kurhaus, al borde del mar. Una parte de la playa, justo delante del hotel, quedó cerrada al público, a pesar del buen tiempo y del calor imperante.

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