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Lecciones del ataque a Libia

Conversación con Brian Jenkins, experto norteamericano en terrorismo

"No es posible decir en términos, generales si un ataque militar [como el llevado a cabo por Estados Unidos el pasado 14 de abril contra Libia] es un medio adecuado o no [para combatir el terrorismo]. No se puede decir que el empleo de la fuerza militar vaya a resolver el problema del terrorismo. Pero para calibrar los efectos a medio plazo de esa acción hay que esperar y ver", afirma Brian Jenkins, director del Programa sobre Conflictos Subnacionales y Seguridad (léase terrorismo), de la Rand Corporation, instituto no oficial que elabora estudios para el Gobierno norteamericano.

Jenkins, un hombre con experiencia en el Ejército y actual responsable de un equipo que integra a unos 12 estudiosos de "todo lo que existe entre el asesinato común y la guerra convencional", resume las consecuencias de la operación de castigo contra Trípoli y Bengasi. En el lado positivo constata que se ha reducido la actividad terrorista árabe, "aunque esto", señala, "es un efecto simplemente indirecto, debido a que el ataque ha desatado una reacción de los países europeos, que han reforzado sus controles y han limitado la capacidad de los comandos para realizar operaciones". Por otra parte, la acción "satisfizo a la opinión interna estadounidense, que se siente cada vez más amenazada y reacciona con creciente enojo ante los atentados".En el lado negativo, sitúa el "odio antinorteamericano que la acción contribuyó a potenciar en el mundo árabe, con la posible consecuencia de que algunos crucen la línea del radicalismo y cometan atentados", y las tensiones suscitadas entre EE UU y algunos de sus aliados europeos.

Más que entre las autoridades, las divergencias suscitadas por esta decisión de la Administración de Reagan son perceptibles entre las opiniones públicas a ambos lados del Atlántico. "Los norteamericanos han desarrollado una sensibilidad especial frente al terrorismo, sobre todo desde que el secuestro del avión de la TWA desviado a Beirut y el del trasatlántico Achille Lauro demostraron que los terroristas pueden tomar a cualquier civil como objetivo, y no sólo a los militares o a los diplomáticos", explica Jenkins. "Los sondeos realizados el pasado mes de marzo indicaban que un 78% de los norteamericanos apoyaba las represalias militares aunque causaran víctimas civiles, de manera que el Gobierno procedió en este asunto un poco a remolque de la opinión, no fue por delante".

Guerra latente

En cambio, la opinión europea teme que las represalias militares descubran el conflicto armado encubierto que representa el terrorismo y coloquen a la cuenca del Mediterráneo en una situadión de guerra latente que afectaría a la vida cotidiana y a las economías de sus habitantes.El ataque norteamericano "fue realizado principalmente para demostrar el principio ae que EE UU puede utilizar su fuerza, y que la utilizará, para castigar a los Gobiernos que apoyen el terrorismo de una forma regular. Tal vez el riesgo adicional de enfrentarse a esas represalias persuada a los Gobiernos afectados de que deben ser más discretos".

En opinión del experto de la Rand Corporation, Libia, Siria e Irán son los países más frecuentemente implicados en la exportación del terrorismo, aunque con diferencias notables. "La implicación libia es de dominio público y abarca casi todos los campos posibles, desde la eliminación de opositores de Muammar el Gaddafi hasta el apoyo a grupos de extrema izquierda europeos. También es evidente el apoyo sirio a grupos palestinos, pero las conexiones fuera de ese campo resultan mucho más difíciles de probar.

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El experto estadounidense estima que el terrorismo internacional está llamado a seguir extendiéndose, al amparo de unos medios de transporte y comunicación que facilitan su multiplicación y la difusión de sus mensajes, de la creciente facilidad de acceso a tipos incluso sofisticados de armamentos y de la vulnerabilidad de la sociedad moderna. El hecho de que la posibilidad de librar guerras abiertas se encuentre hoy muy limitada, junto a la persistencia de conflictos fronterizos, culturales o religiosos, explica en último término estas actuaciones, en opinión de Jenkins.

Jenkins considera que el ataque contra Libia no sienta un precedente que deba repetirse necesariamente, aunque no pueda descartarse. "Existe el riesgo de que la opinión pública presione al Gobierno para que responda militarmente a cualquier ataque terrorista, pero creo que hay también otras posibilidades. Hay que calibrar la amenaza y cada caso en concreto".

Para Jenkins, el Gobierno de EE UU no puede seguir el modelo israelí de ojo por ojo y diente por diente. Fundamentalmente, por razones de eficacia y estrategia política.Sobre el aspecto moral del problema, responde: "La historia está llena de conflictos en los que todos los participantes pretenden haber luchado en el bando moralmente correcto".

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