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La familia del capitán Peciña cree que su liberación es inminente

La familia del capitán de la marina mercante José Luis Peciña espera un desenlace inminente del calvario que vive desde hace dos años, cuando el buque petrolero Izarra fue detenido por las autoridades de Nigeria y su tripulación acusada de contrabando de gasóleo. "Mi madre y mi hermana mayor están allí desde febrero, decididas a no volver hasta que puedan hacerlo con mi padre", declaró ayer Ana Peciña en el domicilio de la familia, en Algorta (Vizcaya).

El capitán Peciña fue condenado a muerte en diciembre de 1984. La pena capital le fue conmutada por 25 años de prisión en marzo de 1985. Los otros 27 tripulantes quedaron en libertad. En febrero pasado, tras un golpe de Estado en Nigeria, se inició la revisión del proceso, que aún no ha finalizado. La familia y el abogado Jimmy Oduba confían en que pueda abandonar la cárcel de Port Harcourt en cuanto termine la revisión."No hablamos con el Ministerio de Asuntos Exteriores desde febrero, aunque mantenemos contacto con la embajada española en Lagos", explica Ana, la segunda hija del capitán. Las noticias que recibe de su madre desde Port Harcourt indican que el detenido se encuentra bien e ilusionado con la posibilidad de abandonar la cárcel en un plazo no muy largo. Recibe atención médica en el ojo derecho, en el que se declaró un glaucoma, pero no ha podido ser operado.

La detención del capitán modificó por completo la vida de la familia, que se vio privada de su única fuente de ingresos. María Teresa, su esposa, y Teresa, la hija mayor, pasan largas temporadas en Port Harcourt.

El Instituto Social de la Marina paga los viajes y el Gobierno español corre con los gastos del hotel, desde donde hay que enviar a la prisión cada día la comida del detenido.

Teresa tuvo que abandonar sus prácticas de Medicina y renunciar al examen de médico interno residente. Ana también se vio obligada a abandonar las oposiciones que preparaba para conseguir plaza en un banco, y dedicarse a las labores de la casa. Los dos hermanos menores, María del Mar y Koldo, estudian Sociología y EGB, respectivamente.

Cuando han pasado dos años de espera, lo que más preocupa a Ana Peciña es la situación de su padre. "Mi padre sólo puede recibir visitas de una hora dos veces al mes, aunque mi madre le ve todos los días un instante cuando le lleva la comida. Al principio no le dejaban leer ni escribir. Ahora le permiten tener algún libro. Es un régimen duro, aunque no se queja del trato que recibe, que es bueno", dice Ana. Lo que más le indigna es el trato que han recibido de¡ armador del buque, José María López Tapia, para quien son las palabras más duras.

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"El Gobierno nos ha ayudado, también tiene sus intereses en este asunto. Del armador no hemos recibido jamás ni una llamada telefónica. El Izarra fue retenido el 19 de junio pero no nos enteramos hasta primeros de julio, y ni siquiera fue por él". La familia Peciña sostiene que era López Tapia el que hacía contrabando, no la tripulación. El petróleo se cargaba legalmente y con todos los papeles en regla. "El armador sabrá dónde y cómo lo compraba, pero mi padre lo desconocía", asegura Ana Peciña.

Peciña, de 58 años, había embarcado por primera vez en el Izarra el 2 de enero de 1984, cinco meses antes de su detención. Trabajó durante 22 años en petroleros de la Esso norteamericana, hasta que en una regulación de empleo le jubilaron anticipadamente.

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