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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un nuevo fenómeno del violín: Viktoria Mullova

Con la actuación de la Sinfónica de Londres, dirigida por Claudio Abbado -uno de los míticos maestros contemporáneos-, se clausuró el pasado sábado en el teatro Real el Ciclo de Grandes Orquestas, organizado por Ibermúsica y patrocinado por Explosivos Río Tinto.Una serie ésta, por cierto, muy superior a la recientemente celebrada en París, pues en Madrid hemos escuchado a la Real Filarmónica, Filarmonía, Sinfónica de Londres, Nacional escocesa, Saint John Smíth Square y Saint Martín of the Fields, todas ellas del Reino Unido; a la Sinfónica de Moscú y Filarmónica de Leningrado, de la Unión Soviética; a la Filarmónica de Rotterdam, a la orquesta y coro del Mayo Florentino y a la Joven Orquesta de la Comunidad Europea.

Ciclo de Grandes Orquestas

Orquesta Sinfónica de Londres. Director: Claudio Abbado. Solista: Viktoria Mullova (violinista). Obras de Debussy, Chaikovski y Dvorak.Teatro Real de Madrid, 11 de junio.

Directores de cuatro estrellas

Entre los directores, todos ellos de cuatro estrellas cuando menos, tuvimos a los superdivos Zubin Mehta y Claudio Abbado, además de VIadimir Ashkenazi en doble función de director y pianista. Solistas de la categoría de Plácido Domingo, Maria Joao Pires, Henryk Szeryng, John Williams y Viktoria Mullova se alinearon con otros de gran renombre.Hubo un programa conmemorativo del centenario de Óscar Esplá, Julio Gómez, Jesús Guridi y José Antonio Donostia, que estuvo a cargo -sorprendentemente- de la Sinfónica de Moscú, dirigida por el español Jorge Rubio.

A pesar del caliente y anticipado verano madrileño, la sala de la plaza de Oriente apareció rebosante. Había público allí donde existía el menor espacio físico, dispuesto, a escuchar, aunque fuera del modo más incómodo, a la orquesta. londinense y a su director en un programa de repertorio: dos Nocturnos de Claudio Debussy, Concierto para violín de Chaikovski y Octava sinfonía de Dvorak.

No era descubrimiento para nadie el escuchar estas páginas excelentemente tocadas y matizadas, aunque en esta ocasión el impresionismo de Abbado estuvo cruzado de realismo, de modo que las poético-pictóricas nubes parecían amenazar tormenta.

Lo peligroso de un maestro y una orquesta en gira es su tendencia a la brillantez, su voluntad de espectacularidad: la hubo, hasta la saciedad, en Dvorak, y en los dos bises concedidos. Pero la realización fue de tanta calidad que el aplauso brotaba. sincero y unánime.

Sorpresa para muchos fue el descubrimiento de uno de los últimos fenómenos del violín: la soviética Viktoria Mullova. A los 26 años, cuando por estos pagos andan los jóvenes músicos "de beca en beca", la Mullova se muestra como una concertista portentosa, con los premios Wienawski y Sibelius y la medalla de oro de Chaikovski como avales y las enseñanzas de Kravchenko y Kogan como ascendencia.

El concierto de Chaikovski sonó impetuoso, fresco y renovado, virtuosístico hasta el extremo y muy hondamente musical. El poder afectivo de la expresión violinística de la Mullova es incalculable y lució sus excelencias al sumarse y contrastarse con el virtuosismo colectivo de la orquesta británica y el dominio de su maestro titular.

En resumen, un concierto fuera de serie para clausurar un ciclo capaz de alinear la escena musical madrileña con las más importantes de Europa.

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