El gueto de la música contemporánea
Los compositores españoles no pueden subsistir sólo componiendo
La figura del compositor que se mantiene con los beneficios que le reportan sus obras ha desaparecido prácticamente en España. Compositores y especialistas señalan el nombre de Joaquín Rodrigo como el del único músico español vivo que puede subsistir con holgura de los dividendos producidos por sus obras, sobre todo por una de ellas, el Concierto de Aranjuez. El desinterés social hacia la música del siglo XX, que se junta al abandono en lo que se refiere a infraestructura, son dos de las opiniones que aquí se señalan como parte de un problema que conduce a situar a la música contemporánea en un gueto elitista y muy poco permeable.
"A un catedrático cualquiera se le caería la cara de vergüenza por no saber quién fue Zurbarán, pero le da lo mismo desconocer quién era Schumann". Con esta frase define Tomás Marco, compositor y director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC), la falta de tradición auditiva de los intelectuales españoles, una posición, que, según dice, viene de antiguo.El director del CDMC, organismo que clausurá su temporada el pasado 30 de mayo con un concierto monográfico dedicado a Cristóbal Halffter en el que intervino la Orquesta Nacional de España (ONE) dirigida por el propio compositor, ha contado con un presupuesto de alrededor de 50 millones de pesetas en éste curso para la programación. "Las instituciones dan lo que pueden", dice Marco, "pero el problema está en la vida cultural española. Los intelectuales, desde el siglo XVIII para acá, no se ocupan ni poco ni mucho de la música clásica en general".
El desinterés parece estar también en el público habitual que acude a los teatros a escuchar a las orquestas habituales. Para el catedrático de Musicología Antonio Gallego, "si se repasa el acto del concierto tal como lo vemos habitualmente nos damos cuenta de que es una especie de rito de la burguesía decimonónica. La gente va los viernes al Real como iba la gente del siglo pasado, a consumir, además, la música del siglo pasado".
La escasa programación de músicos de nuestro siglo que ofrecen las orquestas oficiales en los conciertos -la Orquesta de Radiotelevisión Española (ORTVE) y la ONE-, y que denuncia tanto Halffter como Antonio Gallego y el compositor y director del grupo de música de nuestro siglo Koan, José Ramón Encinar, se resolvería en parte, según Halffter, si "estas orquestas tuviesen la obligacion de contar con un repertorio nacional, pero no de hace 80 años, sino de compositores actuales". Gallego señala a la ORTVE como a una de las "instituciones equivocadas". "De acuerdo a la tradición de otros países europeos", dice, "una orquesta de Televisión debería pensarse casi más para grabar, y así conservar obras de compositores actuales, que para dar conciertos. Otro de sus cometidos debería ser la grabación de obras que ya lo fueron en su día, pero con medios técnicos rudimentarios".
En la falta de repertorio que señalaba Halffter también incide el compositor Luis de Pablo, que fue el primer director del CDMC: "Hay una constatación evidente", -dice, "y es que en nuestro país hay muy pocos medios de difusión musical, lo que hace muy difícil convertir en repertorio las grandes músicas de nuestro siglo. La música de creación no forma parte de la cultura. Es normal que la gente que conoce la pintura no sepa lo que pasa en la música, y hay quien cree que ésta es la música de consumo. Además, los aficionados, salvo excepciones, lo son a los intérpretes y a obras del repertorio clásico. Esta situación se podría paliar llevando la música a la enseñanza, primaria. Llevará mucho tiempo conseguir esto, pero se requiere un esfuerzo colectivo".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.