Los palestinos no ceden terreno en Beirut, aunque se consolida el poder shií
El movimiento shií Amal ha consolidado su hegemonía en Beirut oeste en la tercera semana de la guerra de los campamentos. Pero sus principales adversarios, los palestinos, en particular los de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), han demostrado que si no pueden romper el cerco, al menos siguen siendo inexpugnables en Chatila y Burj el Barajne. Los perdedores de la segunda edición de esta guerra -la primera fue en junio de 1985- son los grupos sumíes que Intentaron romper el aislamiento palestino y presentar batalla en Beirut a Amal. Los combates terminaron en la noche de jueves, cuando Amal anunció un alto al fuego unilateral, tras 19 días de una lucha, que causó al menos 88 muertos y 370 heridos.
La guerra de los campamentos es la guerra de los pobres, y tal vez de ahí proceda su ferocidad. Testigos presenciales hablan de palestinos heridos a los que milicianos de Amal sacaban de los hospitales donde estaban siendo curados. Trasladados a la torre Mur, un punto fuerte de la milicia shií, se sospecha que hayan sido objeto de torturas y ejecuciones sumarias. Los cascos blancos, observadores militares franceses que dejaron Líbano hace varias semanas, relataron en su despedida cómo habían observado en la torre Mur el trato que el palestino capturado recibe del shií. La terraza de ese inmueble era uno de los puntos de observación de los franceses.También el vecindario del barrio beirutí de Tarik Jadide ha informado de los excesos cometidos por milicianos shiíes tras vencer el pasado martes en ese escenario al grupo suní Movimiento Seis de Febrero, que había intentado apoyar a los palestinos encerrados en sus campos y romper su cerco. Por denunciar las entradas de los milicianos en casas particulares y las vejaciones de que hicieron objeto a sus ocupantes, suníes en su mayoría, dos ex primeros ministros libaneses -Takieddine Solh y Rachi Solh- estuvieron a punto de saltar por los aires el jueves. Ellos salvaron el pellejo, pero sus vehículos Mercedes Benz quedaron reventados.
Ayer, el barrio residencial de Tarik Jadide era un decorado apocalíptico, con hilos eléctricos por todas partes, fachadas ennegrecidas y acribilladas y carcasas de vehículos calcinados en mitad de las calles. Una de las calles más ensangrentadas tiene el nombre de Abdel Nasser, el egipcio que un día soñé con la unidad árabe por encima de países y confesiones religiosas.
Los orígenes del odio
¿Por qué luchan con tantas ganas las dos comunidades más desheredadas de Líbano, palestinos y shiíes? El odio arranca de cuando la OLP era el principal poder armado en el país. Los fedayin campeaban por sus respetos por el sur, desde donde hostigaban el norte de Israel. De las implacables represalias israelíes eran víctimas ante todo los shiíes, habitantes históricos de la zona. Por eso recibieron con lanzamiento de arroz al Ejército israelí en junio de 1982, cuando invadieron Líbano decididos a aplastar a la OLP. Por estos días se ha cumplido el cuarto aniversario de esta operación.
Israel logré la salida de unos 12.000 combatientes palestinos, pero quedaron 400.000 civiles. Su espacio vital quedó esencialmente reducido a tres campamentos de los suburbios del sur de Beirut: Sabra, Chatila y Burj el Barajne, y a otros dos situados en los alrededores de Sidon. En febrero de 1984 llegó la hora de los shiíes. Amal y la Sexta Brigada del Ejército regular libanés, cuyos miembros son en su mayoría shiíes, se hicieron con el control de Beirut Oeste. Fue el fracaso del plan internacional para crear un Gobierno y un Ejército libaneses fuertes en tomo al presidente Amin Gemayel.
Desde el primer momento, uno de los objetivos fundamentales del movimiento político y militar dirigido por Nabih Berri ha sido impedir la reconstrucción del poder armado palestino.
En la guerra de los campamentos del Pasado año, Amal y la Sexta Brigada del Ejército (integrada fundamentalmente por shiíes) Obtuvieron un relativo éxito en Sabra, pero se estrellaron ante Chatila y Burj el Barajne. Desde entonces hay escaramuzas constantes en los alrededores de las dos últimas miserables aglomeraciones, pegadas a los no menos pobres suburbios donde viven miles de shiíes, en su mayoría huidos del sur.
Amal ha conseguido impedir la expansión de los palestinos fuera de los campamentos, pero no ha logrado penetrar en éstos ni romper la unidad entre prosirios y arafatistas. Su principal victoria ha sido reafirmar su poder sobre los suníes de Beirut Oeste. Tal vez por eso, el jueves por la noche proclamó en tono patético y solenme un alto el fuego unilateral con ocasión del fin del Ramadán. La declaración fue seguida ayer de esporádicos tiroteos en el área del conflicto.
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