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Ivo Pogorelich critica la comercialización de la música clásica

El joven pianista actuó anoche en el teatro Real

El pianista yugoslavo Ivo Pogorelich es, a sus 26 años, una de las máximas figuras de la interpretación pianística contemporánea, y esto no lo niegan ni sus detractores. De todas formas, sus constantes críticas a la excesiva comercialización de la música clásica en detrimento de la profundización en su conocimiento han causado no pocas polémicas. "Los actuales directores de orquesta trabajan menos con la música y más con lo comercial", dice. Pogorelich actuó anoche en el teatro Real, en Madrid, en un concierto patrocinado por el Chase Manhattan Bank.

Ivo Pogorelich no es un divo, aunque la fama que le precede hable de sus caprichos, sus riñas y plantones a famosos directores de orquesta y su actitud desafiante ante la rigidez de los juicios que dominan el actual mundo de: la música clásica."La música. clásica sufre hoy de dos problemas: malos intérpretes y estos intérpretes utilizados comercialmente. No sólo son malos sino que son usados y se les da demasiada atención. En lugar de hacer la música clásica más interesante, la hacen más aburrida. Pero pienso que todavía se puede hacer algo mientras haya talentos en la música clásica", afirma Ivo Pogorelich. Es mayor su juventud que su aire juvenil; es físicamente menos atractivo de lo que lo pintan y mucho más inteligente y serio que le, que su fama de caprichoso puede vaticinar.

En 1980 saltó a la fama por no ganar la competición internacional Chopin de Varsovia, a causa de su poco convencional interpretación.

"Yo me he visto forzado en mi vida a ser el punto de discordia, a estar siempre en el punto de mira. Nunca quise que mi carrera empezara de una manera tan violenta. Hubiese preferido que mi carrera se desarrollara más lenta gradualmente".

"Trato de atraer a un público nuevo hacia la belleza del mundo de la música clásica. Pero para descubrir esta belleza hace falta preparación. Para comprender una sinfonía tienes que tener educación musical. Lo que yo creo que estoy haciendo, aunque a veces escape a mi control, es lograr que el público llegue a una identificación conmigo, a ser atraídos, aun a través de los discos y las emisiones televisadas, a algo a lo que se van acostumbrando aunque no se les haya enseñado nunca nada de ello".

"El gran problema de la sociedad moderna es el problema de la educación. La educación de las masas crea masas de mediocridad. Ya no hay buenos centros de educación artística. Las academias musicales son como cuerpos agonizantes, no tienen nada nuevo que decir".

Pogorelich no se ha cruzado de brazos. "Lo que he podido llegar a hacer hasta el momento es crear una fundación en Yugoslavia, en Zagreb, para ayudar a los jóvenes talentos. Mi principal idea fue darles el dinero para viajar y participar en competiciones internacionales y no tanto en hacerles estudiar".

La influencia que puede tener gracias a su fama se ha convertido en herramienta. En una oportunidad, Pogorelich afirmó que para él los artistas hoy en día pueden ser más poderosos que la realeza en el pasado. "Lo que quise decir es que el artista hoy puede llevar un mensaje muy importante. En primer lugar, éste podría venir de su arte, a través de él, pero también, muchas veces, puede ser un mensaje de mayor significancia si aborda aspectos sociales o políticos. Está claro que yo siempre he procurado evitar cualquier compromiso de ese tipo, porque pienso que el arte en sí no necesita a la política, pero quise decir que había una presencia de la política en el mundo moderno del arte. El arte se ha convertido en símbolo de cierta manera de pensar".

Su actitud crítica le ha causado problemas, y entre ellos el que tuvo con el director Herbert von Karajan. "Con Karajan he tenido problemas. No problemas de incompatibilidad de caracteres, sino problemas más profundos, problemas musicales. Quiero decir brevemente que no encontré en él verdadera colaboración basada en la música. Fue un encuentro arreglado entre la casa de discos para producir un disco best-seller. El disco ha sido un best-seller aun sin Karajan. Todos los famosos directores de orquesta tienen una cosa en común: todos trabajan menos de lo que deberían con la música, y trabajan más de lo que deberían en lo comercial. No tienen tiempo de adaptarse".

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