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Tribuna:RESCATE DE UN PROFETA DE NUESTRO TIEMPO
Tribuna
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Metáfora por metáfora

Más de 10 años después de una muerte tan trágica como trágicamente apropiada al personaje, se sigue discutiendo Sobre Pasolini: su figura permanece en el centro de un debate intelectual y cultural que él aún representa y solicita con su prodigiosa fuerza de provocación.A muchos se les ocurre intentar un balance provisional del decenio 1975-1986, y llegar a la conclusión de que las cuentas no resultan del todo exactas: que falta algo así corno una cuarta dimensión, una clave interpretativa no plenamente aceptable, pero iluminante e inquietante; y lo que falta es exactamente el punto de vista de Pasolini, su esfuerzo autodestructivo de encontrarse siempre en el punto más incómodo,

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Diversos rostros para un poeta

Por un lado, Pasolini se nos aparece como la última e irrepetible figura de intelectual tradicional en sentido humanístico, y por otro un punto de vista que él representó y dio extrema dignidad a un modelo de intelectual alternativo, destinado tal vez a extinguirse con él: un Orfeo contemporáneo, dispuesto a dejarse despedazar con tal de llevar su mensaje hasta las extremas consecuencias. La alusión a Orfeo no es casual, ni siquiera en sus implicaciones aparentemente neutrales: Pasolini fue esencialmente un poeta en el sentido más alto de la palabra, que es aquél al que Platón hace implícita referencia cuando quiere que a los poetas se les aparte de su ideal, pero no por ello menos totalitaria, república.

Lo último que se pretende aquí es establecer jerarquías o canalizar el discurso hacia el terreno tranquilizador de los "géneros literarios", aunque sean cada vez más numerosos los que valoran, desde un punto de vista meramente crítico, como eminente en el campo de su producción (y acéptese la horrible metáfora, que, desde luego, hubiera suscitado la indignación del autor) justamente el sector de las colecciones poéticas, llegando al extremo refinamiento académico de dar un puesto de privilegio a sus pequeñas colecciones poéticas en lengua friulana. Si nos quedamos en este ámbito, es cierto que el punto más débil de Pasolini escritor serían precisamente sus novelas, de la madurez. El razonamiento vale esencialmente para Una vita violenta, sobre cuya arquitectura voluntarista y edificante sería incluso demasiado fácil ensañarse, con la condición, sin embargo, de olvidar lo que de desgarrador, trágico y existencialmente subalterno se filtra entre las no demasiado compactas mallas estructurales del Bildungsvoman del joven barriobajero Tommaso Puzzilli.

Y, sin embargo, también este intento no logrado añade una pieza más al retrato contradictorio de Pasolini; y no hay que descuidar la fecha de composición y, con ella, los términos del debate que sacudía el mundo político y cultural de finales de los años cincuenta, los últimos coletazos de recomposición de la sociedad italiana, en la que aún podía parecer plausible y factible, para un escritor desgarrado entre pasión e ideología, una mezcla entre populismo y progresismo, traducidos tanto el uno como el otro a un nuevo sistema de coordenadas, del todo heterodoxo con respecto a los planteamientos tradicionales.

La postura populista era así desplazada y casi desvirtuada si su sujeto social privilegiado, por encima de una vieja clase obrera más mitificada que conocida, resultaba ser el subproletariado desintegrado y marginal, pero rico de una vitalidad virgen impregnada de corporeidad y de turbia inocencia; del mismo modo, el progresismo, bandera tradicional y casi símbolo de identidad del intelectual democrático italiano desde la unidad nacional, se convertía en un mito del alma, una fantasía más estética -o erótica- que política.

Si el Friuli de la primera juventud y del descubrimiento de su propia diversidad se presentó a Pasolini con los colores de una Arcadia vivida, para ser evocada en refinados mitos poéticos o en novelas compungidas, el mundo de los suburbios romanos se le apareció como un reino anárquico de Utopía, una ciudad del Sol ya en su ocaso: intentó interpretarla y racionalizarla con los instrumentos de un pensamiento fuerte como lo es el marxista (aunque, como se ha visto, con una gran carga de heterodoxia), pero en realidad llorando su irreversible extinción, temida y a la vez auspiciada.

Al construir su microhéroe, casi como una bandera del hombre nuevo, que conociéndose se redime, Pasolini no sabía y no podía sino prefigurarle un destino de muerte, y esa muerte (reafirmada en las primeras pruebas cinematográficas, desde Accattone hasta Mamma Roma) no es sólo un episodio, sino también significa, como a mí sin lugar, a dudas me lo parece, la muerte traumática y condensada de lo que quisiera definir sintéticamente el mito de la barriada Utopía.

Explosión de lo demoniaco

Al derrumbarse la ambigüedad de la relación con la Roma marginal he aquí a Pasolini, vagabundo y obsesionado, buscando nuevos mitos geográficos y sociológicos, y cada vez más consciente de su fragilidad, de su carácter ilusorio, de las heridas que van abriendo y que jamás se cicatrizarán. A partir de aquí, tras tentativas en direcciones diferentes, y no todas convincentes (baste con pensar en Porcile), el desperdigarse maravilloso y manierista del último Pasolini, su ansia de superarse, que es a la vez devorarse a sí mismo: su extraordinaria sabiduría figurativa, su desbordarse del himno al cuerpo (en la Trilogia della vita), que es cuerpo sólo en cuanto exhibido y como mucho profanado, pero que de todos modos es la única y última certeza -y, a la vez, la única y última verdad-, a la sinfonía excremental y brutalizadora de Saló, que es como una noche de Walpurgis en la que celebran su sabbah todas las obsesiones y las prisiones de muerte que apremian hacia la destrucción absoluta. Y junto a esta explosión de lo demoniaco sobre el plano creativo, sobre el plano civil las intervenciones públicas marcan un intensificarse de lo trágico, al individualizar y denunciar las insuficiencias, las culpas, los genocidios silenciosos de los que se mancha el "desarrollo sin progreso".

Poeta más allá de su poesía; heredero pervertidor de la tradición del "pensamiento poético" europeo que nace del romanticismo alemán, y que en Italia está representado por Leopardi; empapado en inquietudes y desgarros irracionales que nacen de Nietzsche y del "pensamiento negativo"; homogéneo, pero no subalterno, a las más avanzadas, proposiciones del siglo XX europeo poético e intelectual: en cuanto se intenta establecer un punto de apoyo para una hipótesis de definición crítica de Pasolini se tiene la percepción inmediata de su insuficiencia.

Metáfora por metáfora, la de Pasolini poeta parece la menos inadecuada, porque es precisamente allí, en la mirada del poeta, donde se anida, incuba y da a los frutos uno de los rasgos fundamentales de Pasolini director y periodista de genio: la percepción dramática que existe una contradicción insoluble entre una aproximación estética y una aproximación ética a la vida.

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