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El incierto futuro de 170 libios

Inquietud de los residentes del país norteafricano en España por el endurecimiento de las medidas de control

LOLA GALÁNEspaña, con 110 ciudadanos de Libia en situación de residencia reglamentaria y otros 60 que tramitan en estos momentos sus papeles, es uno de los países europeos que alberga a menos ciudadanos del país norteafricano. Sin embargo, esta pequefla colonia, integrada en su mayor parte por estudiantes de náutica, a los que hay que añadir una mínima presencia de empleados en bancos o empresas hispano-libias, se considera bien aceptada por el pueblo español y vive con inquietud el corolario de expulsiones que ha provocado en nuestro país la crisis libio-estadounidense.

"Llevo viviendo en España casi 12 años y jamás he notado el menor recelo por parte de la gente hacía mí por ser libio. Esto de asociar a Libia con el terrorismo es una cosa de hace menos de dos años, desde que han empezado a decirlo los norteamericanos". Alí Alamerí, 31 años, ex estudiante de medicina, funcionario de la Oficina Popular Libia (Embajada) en Madrid, con cuatro cursos aprobados en la universidad de Granada y en espera de reiniciar sus estudios en la facultad de Medicina de Alicante, no es el único residente libio, con sus papeles en regla, que se deshace en alabanzas al pueblo español y su tradicional hospitalidad con los árabes. "Ahora", dice, "con el bombardeo norteamericano contra Libia, estoy sorprendido de las muestras de solidaridad del pueblo español hacia nosotros, y los compañeros residentes aquí que he hablado todos dicen lo mismo. No han recibido más que apoyo y comprensión".Otro de los funcionarios de la embajada, palestino de nacimiento, y que intenta, hasta ahora en vano, nacionalizarse español después de 16 años de residencia en nuestro país, se suma a estos elogios, no sin dejar de lamentar que las autoridades españolas tomen de cuando en cuando medidas restrictivas con los libios a la hora de conceder visados para estancias transitorias o viajes de turismo, y sean cada vez más exigentes a la hora de conceder los documentos de residencia.

José Antonio Linares, portavoz oficial de la Dirección General de la Policía, insiste en que, a lo largo de 1985, las autoridades españolas sólo negaron 21 visados a ciudadanos libios, frente a los 4.039 concedidos. Uno de los ciudadanos que no obtuvieron este permiso de entrada fue precisamente uno de los responsable del Departamento de Relaciones Exteriores libio, que intentó en vano, hace apenas un mes, visitar a los miembros de la comisión gestora de la Asociación de Amistad Yamahiria Hispano-árabe-libia, creada hace apenas un año. Fernando Mulas, uno de los principales miembros de esa con-fisión, recuerda cómo tuvieron que ir a verle al aeropuerto de Barajas, "donde permaneció unas horas en tránsito hacia Portugal".

Un pais casi mítico

"Antes era frecuente que llegaran, a España estudiantes libios en visita turística. Para ellos España es un país casi mítico y, con mucha frecuencia, los viajes de fin de carrera tenían España como meta. Todos querían ver la Alhambra de Granada y otras muestras del arte árabe español. Ahora eso se ha terminado e incluso la gente que viene a seguir tratamiento médico, casi siempre oftalmológico, a España se encuentra últimamente con que los visados se retrasan hasta cuatro meses, aunque tengan todo un historial médico claro y conocido", asegura Mulas.

No es menos cierto que en el plantel de estudiantes libios en España -la mayoría radicados en Bilbao y Barcelona, donde cursan estudios de marina mercante, pero también en Madrid, donde estudian preferentemente informática o meteorología, o en universidades andaluzas, donde cursan estudios de medicina- se prodiga con curiosa insistencia la figura del alumno veterano.

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"Sí, alguno lleva 14 años estudiando una carrera, es posible", se defiende el funcionario de la Embajada libia, "quizá se aficionen demasiado a la vida capitalista y no sean buenos estudiantes. De todos modos, cuando suspenden mucho el Gobierno libio retira las becas, así es que muchos tienen que ponerse a trabajar".

Alí Alamerí, que se matriculé hace 12 años en la facultad de Medicina de Granada. "Allí me casé con una española por la Iglesia", dice. "Para mí no era un problema, porque, aunque de religión islámica, no soy practicante. Tuvimos una hija, que ya tiene nueve años, y ahora estamos divorciados. Yo no era mal estudiante, sin embargo me quitaron la beca y tuve que buscar un empleo". Después de montar un pub "que funcionaba bien", pero estaba mal visto en la Embajada libia "por vender alcohol" y de colaborar un tiempo en el Diario de Granada, estuvo "por diversos sitios de la costa, y al final he decidido terminar medicina, pero ni la universidad Complutense ni la Autónoma de Madrid me han permitido matricularme. Espero hacerlo el próximo curso en Alicante".

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