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EE UU

Rosa Montero

¿Dónde estáis, mis norteamericanos lúcidos? Sé que existís, y hace tiempo que he aprendido a amaros y a admiraros. Sois esos inquietos intelectuales a la búsqueda de la raíz de lo que somos; sois esos músicos, esos cineastas, esos escritores que me embelesan y que me descubren mundos nuevos. Sois aquellos que reivindicáis al marginado: feministas, homosexuales o luchadores de las minorías étnicas. Sois, en fin, los estadounidenses anónimos que os habéis comprometido en la construcción de una sociedad más justa y habitable. Sé que existís, pero ¿dónde estáis ahora, dónde?Aún me duele el injustificable zarpazo del coloso y el supremo abuso que demuestra. Aún me asusta la amenaza de guerra que ha provocado. ¿Cómo se atreven a decir que el ataque a Trípoli es una adecuada respuesta al terrorisimo? Es como si, por combatir a ETA, bombardeáramos el sur de Francia porque ha alojado etarras. En fin, se ve que los muertos norteamericanos son cadáveres de primera clase, mucho más caros: el estadounidense de la discoteca berlinesa cuesta 70 vidas indiscriminadas de hombres, de mujeres y de niños. En último extremo, Gaddafi es como el delirante criminal que acuchilla a una vieja para robarle 100 pesetas, y el Gobierno de EE UU, con. su actuación, es como el Estado que asesina a ese asesino aplicándole una bochornosa ley de fugas: la indignidad del Estado es mucho más indigna, más peligrosa y más profunda.

Pero lo que más me angustia es esa aparente unanimidad de la sociedad norteamericana en celebrar el desatino. Ese New York Times, ese Washington Post cantando las maravillas del ataque. ¿Dónde estáis, mis norteamericanos lúcidos, mis compañeros del colectivo humano? Sé que existís, lo sé, y ése es nuestro futuro, la esperanza. Porque no puedo creer que el país más poderoso del mundo, de quien dependo, haya enloquecido para siempre. No puedo creer que 230 millones de personas compartan esta voracidad vertiginosa, esta antropofagia, esta barbarie. Hitler creó un infierno con el mayoritario apoyo de sus compatriotas. ¿Dónde estáis, mis norteamericanos necesarios, mis amigos?

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