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Tribuna:LA AUTORA DE 'EL SEGUNDO SEXO'
Tribuna
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'El Castor'

Simone de Beauvoir nos cuenta en sus memorias por qué Jean Paul Sartre inventó el apodo de Castor. Quiso expresar la mente organizada, el rigor, el sentido de propiedad legítima del espacio vital. Con ello Sartre nos aclara un aspecto importante de la personalidad de la escritora, su dimensión ética. Todo en su obra refleja su preocupación ética, el matiz característico de su extraordinaria inteligencia. Pensar no es jamás encadenar juicios con mayor o menor acierto, es ir de lleno al sentido de las cosas y, sobre todo, de la conducta. Su mismo rechazo de fáciles sentimentalismos tiene un sentido ético. Lo más bello de sus memorias es el deseo constante de no engañar, de no engañarse. Su lucidez es el tono de su ética.Se puede decir que ésta fue la actitud de las gentes de su generación. El planteamiento ético les llevó al compromiso político, no sin darse cuenta de lo que abandonaban con este compromiso, ya que provenían de un concepto de intelectual puro, del intelectual que no ha traicionado su función de espectador. Pero si alguien ejerció, sin ceder nunca, este propósito de dar cuenta constante de los propios actos fue el Castor, la bella, inteligente, Simone de Beauvoir. En su trabajo de ensayista en su libro más conocido y reconocido, me refiero a El segundo sexo, la dimensión ética es lo que le da el armazón y el rigor de su planteamiento. Pero lo más interesante es la dimensión ética de sus novelas.

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Simone de Beauvoir decide muy pronto que su inteligencia tiene que ser útil para todos. Ella tiene que ordenar el mundo a su alrededor, ninguna conducta humana puede ser aleatoria, todo acto genera una responsabilidad. El amor, los celos, el dolor, la muerte, todo tiene que ser coherente, encadenado, creador de normas. Esta votación, casi esta necesidad, la hizo seguramente incómoda para muchos. Esto le dio aquel aire, a pesar de su belleza, de impresionante seriedad.

. En sus trabajos como pensadora no nos sorprendería su decidida atención al contenido ético, y podríamos citar de paso su libro Pour une moral de l'ambiguité, análisis casi obligado en el París del momento, poco más allá de la postguerra. Pero donde se hace más evidente la derivación ética de su inteligencia es en sus novelas. El motivo es siempre un problema de conducta, sus personajes no sólo son, sobre todo actúan y luchan para justificar su actuación, la responsabilidad de todo lo que han decidido hacer. Y esto desde La invitada hasa Los Mandarines. No creo qué nadie haya tratado de llevar a las últimas consecuencias la experiencia de los celos como en la novela La invitada. El deseo de la desaparición del otro.

Los Mandarines es, sin duda, la obra maestra de Simone de Beauvoir. Bastante atractiva para que podamos entretenernos sacando a flote las contrafiguras de sus personajes, porque nos puede seducir la aparición de esta gran intelectual que bebe hasta caer inconsciente porque, según dice, se siente responsable del mal del mundo. Pero por encima de todo está el análisis de la pretensión del intelectual de llegar a través de la exigencia ética a la acción política. El intelectual rector de la conducta humana, viejo ideal de otro pensa dor ético, el mismísimo Platón. Simone de Beauvoir sigue paso a paso estos intelectuales, frustra ción tras frustración, impregnando de sexo y alcohol su derrota.

Simone de Beauvoir habrá pasado por la cotidianidad sin tener en cuenta jamás aquellas circunstancias irrelevantes que, nos aseguran, forman el tejido novelístico. Para ella nada fue irrelevante, todo fue absolutamente necesario, y en la necesidad nos dice: somos absolutamente responsables. Aquella muchacha que Sartre cogió de la mano fue siempre fiel a sí misma, indignada a veces, furiosa, decepcionada, pero sin desentenderse jamás de la responsabilidad de vivir.

María Aurèlia Capmany es escritora y responsable de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.

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