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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La oposicion en Corea del Sur

DESPUÉS DE las manifestaciones de masas que han tenido lugar en Corea del Sur a finales de marzo, el principal líder de la oposición, Kim Dae Jung, confinado por la policía en su casa para que no pudiese tomar parte en dichas manifestaciones, ha hecho en la Prensa norteamericana comentarios muy significativos: "La gente me pregunta -dice- si lo que ha ocurrido en Filipinas puede ocurrir en Corea del Sur. Ésa no es la cuestión. La cuestión es cómo y cuando". Para valorar estas palabras conviene recordar ¡algunos datos de la vida de Kim Dae Jung, sin duda la figura más prestigiosa de la democracia coreana. Vencedor en 1971 de las elecciones presidenciales, según todos los testimonios de observadores objetivos, la falsificación del escrutinio por el presidente de entonces, Park Churig Hee, le robó el triunfo. Desde esa fecha su carisma ha sido causa de permanente inquietud de los sucesivos gobiernos; ha estado sometido a constantes persecuciones, pasando largos períodos en la cárcel y en la emigración. En 1973, los servicios de espionaje coreanos lo raptaron en Tokio y lo trasladaron a Seúl; fue tal el escándalo en el mundo, que el Gobierno de EE UU intervino y logró impedir que fuese ejecutado. En tiempos ya del actual presidente, Chong Doo Hwan, fue condenado a muerte, y de nuevo las presiones de Washington le salvaron la vida. Después de una emigración de (los años en EE UU -durante la cual conoció a Benigno y a Corazón Aquino-, retornó a Corea en 1985, acompañado de una delegación parlamentaria norteamericana, lo que probablemente evitó que sufriese medidas excesivamente brutales.A pesar de ciertas coincidencias, el paralelismo con la situación de Filipinas no se puede exagerar. Corea sigue cortada por un verdadero frente militar entre el norte y el sur; existe un simple armisticio, si bien prolongado durante décadas. La presencia de tropas norteamericanas y de un mando conjunto de EE UU y Corea del Sur se justifica por esa situación completamente excepcional, que ni siquiera se puede comparar con el muro de Berlín. La amenaza representada por el régimen comunista de Corea del Norte, particularmente duro y dogmático, ha sido el principal argumento utilizado por las, diversas administraciones norteamericanas para explicar la ne cesidad en que se encontraban de apoyar en Seúl regí menes que violaban sin escrúpulos las libertades democráticas y los derechos humanos. Sin embargo, el factor de amenaza representado por Corea del Norte ha disminuido por diversas razones; un factor que tener en cuenta es la nueva política de China, cuyas relaciones con Corea del Norte son estrechas; ciertas negociaciones entre las dos Coreas sobre temas puntuales se han iniciado en los últimos tiempos.

Esta evolución contribuye a colocar en primer plano los conflictos internos de la sociedad surcoreana, agravados por la prolongación de regímenes autoritarios que se han enfrentado por métodos violentos con las protestas estudiantiles y de otros sectores. Durante el período de acelerado desarrollo económico, éste ha servido para calmar las contradicciones sociales, pero en la actualidad éstas cobran mayor agudeza; así han podido alcanzar tal amplitud las últimas manifestaciones populares, a pesar de un fuerte aparato policiaco. En este ambiente no cabe duda que el ejemplo de Filipinas, sobre todo al mostrar la posibilidad de que un movimiento pacífico ponga fin a una dictadura, ejerce una influencia que escapa a todos los controles. Las fuerzas democráticas surcoreanas concentran su campaña en la reivindicación de que la elección del futuro presidente, que debe tener lugar a finales de 1987, se realice por sufragio directo. Consideran que es la condición decisiva para que el pueblo pueda expresar su voluntad; el sistema vigente de elección indirecta permite todas las manipulaciones y chanchullos. Por eso la demanda de elección directa está movilizando con firmas, mítines, manifestaciones, a capas muy extensas de la población.

En 1988, los Juegos Olímpicos tendrán lugar en Corea del Sur, pero ¿cuál será entonces el clima político?, La pregunta no es baladí. La oposición está convencida de que puede poner en marcha movilizaciones de masas muy serias y que unas elecciones falsificadas y ganadas, a finales dé 1987 o comienzos de 1988, con una represión brutal dejarían al Gobierno surcoreano en pésimas condiciones para ser húesped de los Juegos Olímpicos. Es un caso en el que la Administración norteamericana, cuyo peso en Seúl es determinante por las razones militares citadas más arriba, debería tener interés en obtener que las demandas sensatas de la oposición democrática sean escuchadas.

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