La magia del baile

El baile, en este I Ciclo Flamenco organizado por la Junta Municipal de Chamartín (Madrid), ha tenido clara supremacía sobre el cante. Bien está, pues no suele ocurrir así. Y bien está cuando el baile, el cante y el toque que se nos ofrecieron fue de excelente calidad.Hacía tiempo que no veía a la Tolea. Es una bailaora que raramente defrauda. Al contrario. Aunque no se salga de un repertorio limitado, casi siempre hay en sus interpretaciones algo nuevo, que las personaliza y hace inéditas. Sus soleares las baila siempre, pero está muy lejos de repetir miméticamente lo que por su naturaleza debe ser irrepetible. Y, aun que en esta ocasión yo creo que Tolea se quedó un poco por debajo de sus posibilidades en su baile por soleá, por alegrías, en cambio, dejó plena libertad a su impulso creador, a una pura elementalidad primaria e intuitiva para darnos una memorable e intensa lección de jondura flamenca.

Muy distinto es el caso de Cristóbal Reyes. En él lo que impera es una mente profundamente racionalizadora, que ordena las ideas, filtra los impulsos y arquitectura con rigor un baile de una dificultad extraordinaria, imposible sin un dominio absoluto de la técnica. A Reyes le sobra técnica. Con los pies es un verdadero fenómeno, y no estoy pensando precisamente en los alardes de zapateado que tanto tirón tienen siempre entre el público. Lo suyo es mucho más sutil, más versátil y más complejo. Baile muy cerebral, lo que en flamenco produce inevitablemente un cierto distanciamiento que en el caso de Reyes no llega a enfriar la temperatura de lo jondo.

La única sesión de cante fue protagonizada por Gabriel Moreno, acompañado magníficamente a la guitarra por Carlos Pardo. Hizo otro espléndido recital en la línea del de días antes en Fuenlabrada. Recital extenso, que por sí solo avalaría la sabiduría de un cantaor fuera de lo común.