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EL REGRESO DE UN 'MONSTRUO'

El Cordobés torea hoy en Madrid tres lustros después

El antiguo ídolo de las masas, dispuesto a despertar en Las Ventas el frenesí de los felices sesenta

Las nueve de la mañana no es la hora acostumbrada de ver despiertos a periodistas ni a toreros: miembros de los dos gremios, con fama de trasnochadores, suelen estar durmiendo los excesos de la jornada anterior. Salvo ayer, en Madrid, cuando la Prensa acudió a entrevistar a Manuel Benítez, El Cordobés, que torea hoy en un festival benéfico en Las Ventas. Benítez, más conocido en el mundo de los toros como El Melenas, rebosa alegría y optimismo. Charlar con él es volver a los felices años sesenta, cuando todos teníamos menos barriga y más ilusiones. Nada de posmodernismo; ésta es una historia de nostalgia.

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¿Será posible? ¿Es verdad que ha pasado un cuarto de siglo desde que aquel torero apareció como un vendaval en la férrea tranquilidad de la dictadura franquista? Pues sí, un cuarto de siglo; hay lectores que ni habían nacido.Gente que nunca. vio aquella primera película suya, Aprendiendo a morir, por ejemplo. En una escena, nuestro héroe, encarnando su etapa de maletilla, está en el hospital tras recibir una cornada, y en la cama a su lado muere otro maletilla herido, su mejor amigo. Escalofriante. Ahora los toreros saben leer y, se forman en escuelas de tauromaquia.

O el salto de la rana. ¿Quién que lo haya visto podrá olvidar ese frenético brinco en el vacío? El público enloquecía con La rana. ¿Será capaz Manolo de repetirlo hoy en el festejo a beneficio, de los damnificados del volcán de Colombia?

O la almohada. ¿Se acuerdan de la almohada? Sí, hombre: un buen día de 1967 El Cordobés dijo que se iba a retirar, y, los grandes empresarios, viendo peligrar sus pingües beneficios económicos, acudieron en masa a su finca para rogarle que no se fuera. Manolo dijo que lo pensaría, que "consultaría con la almohada". Consultó y rectificó, subiendo sus honorarios, claró está. O la temporada de 1969, cuando él y Palomo Linares se convirtieron en los guerrilleros: torearon por toda la piel de toro en plazas portátiles. ¡El Cordobés pilotaba su propia avioneta.!

O el día de la confirmación de la alternativa en Madrid, en 1964. Se televisó el festejo, y todas las calles de todas las ciudades y pueblos del país estaban vacías, había tanto interés por ver al polémico diestro. Gracias a la tele él era el coletudo más popular de la historia, y la Prensa extranjera lo bautizó El Beatle de las plazas de toros (era la época de los Beatles, y Benítez tenía flequillo y todo). Tenía algo, ese don de los genios, conectaba inmediatamente con el público, con su público. El hombre que había surgido de la riada, que pasó hambre, el robagallinas encarcelado por tirarse de espontáneo, el que fuera un desgraciao... se retrató con Franco de cacería.

Claro, no todo el mundo lo quería. Los aficionados exigentes aborrecían ese estilo tosco, bufo, más propio de un circo que de una plaza de toros. ¡Y qué toros! Novillos, más bien, o utreros, borregos con los pitones afeitados. Cuando a principios de los setenta se impuso el libro de registro para controlar la edad de las reses; se retiró. Volvió a finales de la década, pero no era lo mismo, claro, y luego pasó aquello de la muerte del espontáneo cuando El Cordobés toreaba en Albacete en 1981, y se cortó la coleta.

"Pero tuve que acudir a ayudar a esta pobre gente", nos dijo el matador ayer temprano en su hotel, mientras un limpiabotas lustraba sus zapatos. Salvo el pelo más ralo y alguna arruga, parecía el mismo hombre de hace tanto tiempo: alegre, dicharachero, relajado e intenso a la vez, socarrón y gozando enormemente de la vida. Es difícil creer que el próximo día 4 de mayo cumple 50 años. Cuando el limpiabotas terminó su faena, el matador dijo presto a su mozo de estoques: "Dale cien duros a este señor". ¡Así son las figuras del toreo!

El Cordobés dijo que se había preparado a fondo para esta tarde, que está en forma. Ha toreado vacas y novillos en el campo y ha matado algún toro. También ha jugado mucho al tenis, hace gimnasia y hasta yoga. "Veo que la salud y la vida están en que el cuerpo riegue bien la sangre", dice el torero. "Si no, uno se queda que no vale ná".

¿Pero no choca eso con la imagen popular de un torero, con su fama personal de juerguista y mujeriego?, preguntó uno. "Es que entonces esa vida iba con mi trabajo, tenía que acudir a muchos parties, y no iba a tomar un vaso de agua. Pero ahora veo que siempre hay un deporte adecuado, y que de ahí arranca la nobleza".

Manolo afirma estar contento al lado de su mujer y de sus cinco hijos. Por las mañanas al torero le dan clases particulares de guitarra, tenis, inglés o cultura general, y por las tardes está en el campo, andando, para supervisar sus fanegas de maíz y espárragos.

¿Y esas malas lenguas que dicen que está sin tabaco? "No juego a las cartas, soy un hombre muy trabajador, es muy dificil que me quede sin dinero", contesta. "A mis, hijos no les falta nada, no falta el cocido en mi casa". Pero la corrida de hoy ¿no es, un rodaje para volver a vestir el traje de luces? "No, no", insiste el torero, para añadir, coqueto él: "Pero quién sabe si en el futuro..." El Cordobés reconoce' que, efectivamente, "falta un torero que sea la cabeza, de donde arranca todo", y opina que si volviera a los ruedos sería "la cabeza y no la cola". Dice estar ilusionado ante la corrida de hoy.

Al igual que estaban ilusionados en verle torear Pepe, un empleado de banca, y Marisa, su esposa. Vieron actuar una vez al fenómeno, en 1968, cuando eran novios; Marisa tenía enorme interés en verle torear hoy. Durante toda la mañana del jueves Pepe estuvo delante de la taquilla oficial, pero se agotaron las localidades, y la reventa estaba disparatada; anda ahora como un loco en busca de dos entradas. Como no las consiga para la hora de la corrida...

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