Un garrote vil
Sobre una mesa, dentro de una vieja caja de madera, se conserva un garrote vil, compuesto por un arco de hierro ovalado atravesado por un tornillo. Junto a este instrumento de ejecuciones se guarda el paño negro utilizado para cubrir la cabeza del ajusticiado. "Éste no es un objeto penitenciario, aunque esté aquí como una pieza más del museo", recalca el director de la Escuela de Estudios Penitenciarios, Jesús Gómez.
Las ejecuciones las llevaban a cabo los verdugos, que no formaban parte del cuerpo, puesto que se trataba de personal contratado". El garrote se instaló de nuevo, hace unos meses, en el patio de Carabanchel para filmar uno de los capítulos de la serie de televisión La huella del crimen, en el capítulo dedicado a Jarabo, realiza do por José Antonio Bardem. En otra vitrina se conservan los cráneos de algunos delincuentes -bandoleros andaluces y un guanche- que sirvieron para frustrar las teorías de Lombroso, basadas en la antropología física del delincuente como explicación de su conducta delictiva. Lombroso decía que el delincuente nacía y que presentaba unos rasgos físicos determinados. Las teorías de este penalista están fuera de toda evidencia.
El museo recoge también un importante muestrario de pipas, jeringuillas, narguiles y todo tipo de instrumentos para el consumo de drogas de fabricación casera. Todo este arsenal no sorprende lo más mínimo a Jesús Gómez, para el que "se conseguiría otro tanto, exagerando la nota, con realizar un cacheo dentro de Carabanchel o de cualquier prisión conflictiva".
En el museo se encuentra, asimismo una parte de la obra del penalista Bernardino de Sandoval, que en el siglo XVI pidió la abolición del pago de honorarios por los reclusos por su estancia en la cárcel.
El militar Manuel Montesinos, que instituyó el trabajo en las prisiones como forma de redención de los penados, está inmortalizado en una pintura realizada por un recluso.
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