Ruggero Raimondi, un magnífico Boris Godunov
Teatro Lírico Nacional.
Boris Godunov, de Mussorgski, sobre drama de Pushkin. Intérpretes: Ruggero Raimondi, Paula Patterson, Lotte Leiner, Marta Szirmay... Director del coro: José Perera. Escolanía de la Sagrada Familia, Coro y Orquesta Titulares de la Zarzuela. Dirección musical: Emil Tchakarov. Teatro de la Zarzuela, 24 de marzo.
La temporada 1923/24, subieron al escenario del teatro Real: Tierra baja (D'Albert), Mona Lisa (Schillings), La novia vendida (Smetana), Rusalka (Dvorak), El príncipe Igor (Borodín) y Boris Godunov (Mussorgski), además de las españolas Amaya, de Guridi; Fantochines, (de Del Campo; Yolanda, de Arregui, y Jardín de Oriente, de Turina, con lo que el coliseo de la plaza de Oriente presentó un panorama desusado.
Boris vino de la mano de una compañía rusa que dirigía musicalmente Nicolás Tcherepnin. Coincidiendo con el acontecimiento publicó Adolfo Salazar dos libritos, consagrados a la ópera rusa, en general, y a las dos citadas en particular, en tanto Ernesto Halffter firmaba otro sobre Mona Lisa, de Schillings.
Según cuentan las crónicas, si el bajo Zalewsky fue un excelente Boris, los escenarios constituyeron un pequeño desastre al no llegar los originales rusos y tener que utilizarse otros.
Desde que comenzaron los festivales y temporadas de la zarzuela, Boris ha sido programada cinco veces: con Boris Christoff, en 1966; Nicola Ghiuselev, en 1972; Stefan Elenkov, en 1978; Boris Shtokolv y la ópera de Varna, en 1981 y, ahora, con Ruggero Raimondi. Este excelentísimo barítono-bajo, capaz de tantos y tan diferentes papeles, inició sus Boris en 1972, en el teatro de la Fenice, de Venecia. Asume el complejo personaje a partir de las tres relaciones fundamentales que él mismo especifica: con el pueblo, con los boyardos y consigo mismo. De ahí que, en ocasiones, deba extremar el aire dramático entroncado con lo popular y, en otras, deba realizar un trabajo de introspección psicológica de gran calado. Como la materia es decididamente lírica, el todo adquiere un poder de atracción irresistible.
Stefka Mineva hizo una buena Marina y, en compañía del tenor casi heroico Vladimir Atlantov, sonó el dúo con ciertos acentos italianistas. También es verdad que se trata del acto menos nacional de la obra para el que Mussorgski utilizó algunas partes de su Salambó sobre Flaubert. Sería inútil detallar el trabajo de un reparto entonado y de muy elevado nivel (un Suso Mariategui hizo, con propiedad el Inocente y una Perelstein, la Posadera).
La importantísima parte coral fue piedra de toque para el éxito global, así como la presentación -sobria y adecuada-, la orquesta y la regie de Piero Faggioni, de encomiable continuidad. El joven búlgaro Emil Tchakarov (Burgas, 1948), premio Karajan 1971, se produjo corno un consumado maestro operístico. Finamente cuidada la presentación de los programas de mano. Resumen, una gran jornada que acrece la tónica ascendente de la temporada.
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