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LA GRAN NOCHE DE HOLLYWOOD

Sydney Pollack y su filme 'Memorias de África', triunfadores de los 'oscars'

Steven Spielberg, sin ningún premio para 'El color púrpura', gran perdedor

La muy espectacular ceremonia de la entrega de los oscars 1985, que estuvo producida por Stanley Donen, agrupó en un inteligente montaje de secuencias una relación de películas famosas que no lograron el oscar al mejor filme del año. Nada menos que La diligencia, Raíces profundas, El crepúsculo de los dioses, Las uvas de la ira, El gran dictador, El mago de Oz, Apocalypse now, Cabaret, Bonnie and Clyde, y Ciudadano Kane figuraron entre ellas. Quizá fuera este mea culpa una premonición de lo que iba a ocurrir momentos después con El color púrpura, la última película de Steven Spielberg, candidata a 11 oscars y perdedora de todos ellos.Las previsiones que igualaban en oportunidades a Memorias de Africa y El color púrpura, ambas con el mismo número de candidaturas, fallaron estrepitosamente. Siete estatuillas obtuvo la película de Pollack, incluidas las referentes a mejor película del año y mejor director; dos lograron, por su parte, Único testigo, y Cocoon, y una estatuilla tanto el filme de John Huston El honor de los Prizzi, como Regreso al futuro, El beso de la mujer araña, Ran, La historia oficial y, finalmente, entre las candidatas mayores, The trip to Bountiful y White nights.

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El palmarés del éxito

Obviamente, la desolación de Steven Spielberg y de su equipo hubo de ser total. Se le veía con media sonrisa amarga disimulada entre su joven barba. El que es director de algunas de las producciones más taquilleras de los últimos años había intentado en El color púrpura un camino que le apartara del encasillamiento, y la Academia no se lo ha valorado.

El rosario de estatuillas fue apartándole de la victoria durante la noche. El suspense que encierra cualquiera de estas fiestas de Hollywood tuvo en esta ocasión, de la indirecta mano maestra de Donen, el adorno de una divertida escenificación que no dudó en rendirse un noble autohomenaje en ciertos pasajes del espectáculo. Uno de ellos cuando Gene Kelly, Debbie Reynolds y Donald O'Connor aparecieron vistiendo impermeables amarillos y protegiéndose con sendos paraguas, como en el inicio de Cantando bajo la lluvia, película que Donen codirigió con Gene Kelly.

Pero quizá el más brillante de esos homenajes, en este caso ampliable a todo el género musical, fue el de reunir en el escenario, bailando aún con ímpetu y humor, a las que fueran grandes estrellas de la Metro en los años cincuenta: Cyd Charisse, Cathryn Crayson, Ann Miller, June Alison, Leslie Caron, Jane Powell, Debbie Reynolds y Esther Williams, que corearon canciones inolvidables (You are my lucky star, entre otras) y tararearon algunas de las que particularmente las hicieran famosas. El cine se celebraba a sí mismo, mientras Spielberg, que tantas veces ha guiñado un complaciente ojo a la época dorada de Hollywood, se veía lentamente relegado.

Una larga carrera

Otros homenajes fueron rendidos a lo largo de la noche entregando oscars honoríficos por el conjunto de una carrera. Uno de ellos a Paul Newman, que tanto luchó por la estatuilla en pasadas ediciones; quizá como venganza a este premio a destiempo, no se presentó a recoger el premio. En su lugar, una imagen vía satélite le descubría en Chicago, donde ahora rueda El color del dinero, continuación de una de sus películas más importantes, El buscavidas, bajo las órdenes de Martin Scorsese. El músico Alex Nort, autor de las partituras de Viva Zapata y Cleopatra, recibió un oscar por el conjunto de su obra, y un tercer oscar, calificado de humanitario, fue entregado al actor de cine mudo Buddy Rogers.

Quizá el mejor homenaje a la etapa clásica del cine estuvo al final de la ceremonia, cuando tres grandes directores se reunieron para descubrir el oscar al mejor filme. John Huston, que era candidato a ese mismo premio por El honor de los Prizzi, Billy Wilder y Akira Kurosawa, juntos evocaron no una etapa acabada del cine sino el esplendor de un talento que en la actualidad brilla desgraciadamente con menos frecuencia. Kurosawa y Huston han mostrado en 1985 dos películas llenas de vitalidad, y Billy Wilder, que se confiesa desencantado con el actual Hollywood, promete, a sus 80 años, regresar al cine.

La aparición de Huston en ese conjunto de los tres directores hizo albergar alguna sospecha de que El honor de los Prizzi fuera nombrada mejor película del año. Por paradójico que resulte, en dos ocasiones anteriores habían intervenido en la misma ceremonia personas vinculadas a las películas candidatas. Norma Aleandro fue la encargada de leer el premio al mejor filme de habla no inglesa, que recayó precisamente en la película que ella interpreta, y el cantante Lionel Richie, que recibiría después el oscar por su composición en White nights, había sido encargado previamente de interpretar en el escenario su propia melodía. Bromas, pues, de la Academia.

Los tres grandes descubrieron que el oscar al mejor filme había recaído en Memorias de África, la romántica película de Pollack, siete veces triunfadora de la noche. Es curioso, sin embargo, que ninguno de los intérpretes de este filme obtuviera algún oscar, cuando en ellos, Meryl Streep, Robert Redford y Claus Maria Brandauer, recae buena parte de los aciertos del filme. La ausencia de galardones para sus intérpretes obligó a Pollack a pronunciar unas palabras en su honor, agradecido por su trabajo y pesaroso de verlos sin estatuillas.

'Rosebud'

La palabra mágica Rosebud, pronunciada en primer plano por los labios de Orson Welles, había cerrado el montaje de Donen sobre las películas perdedoras, montaje muy revelador de la autocrítica de Hollywood, que a veces reúne en sus perdedores lo mejor de su colección. Rosebud podría ser el emblema de tantas noches de los oscars y de tantas ceremonias de premios, pero tampoco hay que considerarla como cliché automáticamente repetible.

Sólo el caso de Steven Spielberg, a quien pusieron la miel en los labios, resulta escandaloso en los oscars de 1985, porque la realidad es que la lista de galardones no constituye una nueva galería de errores. Cabe citar, no obstante, algunas de las películas candidatas que fueron completamente olvidadas: Agnes de Dios, Brazil, La rosa púrpura de El Cairo, Lady Halcón y Silverado, aunque también, y ello es para felicitarse, la famosa Rambo, que era modesta candidata al oscar a los efectos de sonido. Ronald Reagan no tuvo suerte.

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