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El 'milagro' de Garabandal se queda sin convento

San Sebastián de Garabandal, en el umbral de los Picos de: Europa, acaballado sobre las cuencas de los ríos Nansa y Deva, fue, hace ahora 25 años, el símbolo de la llamada Fátima, cántabra, a causa de las presuntas apariciones de la Virgen y el arcángel san Miguel a unas niñas del pueblo en un bosquecillo cercano. Entre aquellos árboles y la aldea, las monjas salesas de la Visitación de Santa María adquirieron a principios de esta década una finca de casi 3.000 metros cuadrados por apenas dos millones de pesetas, con idea de construir un convento de clausura que exigía un presupuesto cercano a los 100 millones. Pero ha pasado el tiempo y el sueño está cada vez más lejos de ser realidad.

Es dudoso que el proyecto pueda llevarse a cabo. Aunque la comunidad obtuvo licencia de obras en el Ayuntamiento de Reionansa hace dos años,, las primeras simbólicas piedras no llegaron a colocarse y en estos dilas el prelado de la diócesis, Juan Antonio del Val, ha sido muy riguroso al afirmar que no pondrá su firma para la autorización "porque supondría aceptar como auténticas las apariciones de Garabandal". En su día, la superiora había dicho que la última palabra correspondía al obispado, que ahora acaba de definirse.San Sebastián de Grarabandal, a 73 kilómetros de la capital, está emplazado a 200 metros de altitud, en una de las comarcas más deprimidas de la región; su densidad de población ha perdido cuatro habitantes por kilómetro cuadrado desde que tuvieron lugar aquellos sucesos. Sin embargo, no es rigurosamente cierto que quienes resistieron a la emigración vivan hoy peor que entonces en el pueblo. Han surgido nuevas construcciones promovidas por devotos de los aparatosos éxtasis de 1961, el terreno se ha pagado mucho más que en los pueblos del entorno y las comunicaciones son mejores.

No puede afirmarse que el milagro fuese auspiciado por el nacionalcatolicismo de aquellos años, puesto que el Vaticano y el obispado de S antander no tardaron en pronunciarse con severidad después de que las cuatro videntes fueran traídas a la capital y firmaran una declaración ante Vicente Fluchol, prelado, confesando que no habían presenciado aparición alguna.

Veinticinco años después, el espíritu de Garabandal permanece, sin embargo, vivo entre pequeñas y fanáticas minorías de algunos países a ambos lados del océano. Desoyendo la interdicción de los obispos, los garabandalistas con pasaporte extranjero no han perdido su fe y se hacen visibles todos los veranos.

María Saraco, una norteamericana de origen italiano, dirige en California un centro para expandir la fe en aquellos sucesos con una modesta publicación: The Vigil. The message of Garabandal. Una vez al año, miles de fervorosos partidarios se reúnen en el Estado de Nueva York.

De las cuatro videntes, tres residen en EE UU con sus maridos norteamericanos y de sus hijos. Sólo Mari Cruz González, de 36 años, vive en España, casada con un obrero, asentados con sus hijos en una industriosa ciudad del norte. Ella fue posiblemente la primera de las cuatro niñas que en Santander se atrevió a negar los hechos ante la comisión investigadora creada por el obispo. Hoy observa un riguroso desdén sobre una época de su existencia que quiere olvidar a toda costa. "Sólo pretendo vivir en paz y proteger a mis hijos de la secuela que mi protagonismo en aquella comedia pudiera ocasionarles. Me rebelo contra el fánatismo". Al lado opuesto de su incredulidad se encuentra otra de las protagonistas de los éxtasis, Mari Loli Manzón, residente en Massachusetts.

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