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'Bous reals'

La Comunidad Valenciana tiene una arraigada tradición taurina. Se suele hablar de Andalucía y, naturalmente, Sevilla, a la que llaman sin propiedad cuna del toreo -más propio sería decir cuna del arte en el toreo-; se habla de Salamanca, tierra de toros. Pero en raíces populares de la fiesta ninguna de las comunidades aventaja a la valenciana. Distinto es que este fervor popular por las corridas, por lo que llamaban bous reals, se mantenga en la actualidad. El mundo taurino ha discurrido durante décadas de tal forma que lo ha hecho difícil.Correr toros, lidiar toros, burlar toros son aficiones favoritas en los ámbitos ruralles valencianos. Desde el bou de camer hasta el bou embolat, pasando por el bou defoc y otras múltiples actividades ideadas en torno al siempre peligroso juego del toro, son eje de las festividades patronales y de las conmemoraciones lúdicas de los solsticios. En ellas participa directamente el pueblo, con toda la carga de diversión y riesgo que implica, y para muchos no habría otra de mayor plenitud.

La afición taurina se concreta y solemniza con la corrida de toros, y durante centurias la gente del carripo ha acudido a los bous reals de Valencia por supuesto en fallas, pero preferentemente en la feria de San Jaime, en julio. Hoy también es así, pero esta tradición ha sufrido un serio retroceso. Se argumenta la obviedad de que el pueblo tiene otras diversiones más modernas; y acaso más directas, pero también es cierto que la gente de campo posee también mayores facilidades para trasladarse a la metrópoli que cuando disponía sólo del carro, o del aca, o en el mejor de los casos del trenet.

De aquellas tradiciones de entonces apenas queda nada; si acaso, la merienda, que se hacía parando la corrida entre el tercer y cuarto toros. Pero ni siquiera la merienda es lo que era. Décadas atrás, el público sacaba en la plaza sus bolsas de comida. Podrían ser habas en una caja de cartón o magras con tomate en la olla, buenos bocadillos. Actualmente, las corridas de la feria de julio se detienen a la mitad por seguir la tradición, aunque la merienda se queda en un par de empanadillas, algo de fruta o simplemente nada.

Sin embargo, la fuerza de la fiesta que configuró la tradición continúa latente. El reto que tienen los nuevos empresarios del histórico coso de la calle de Xátiva es reencontrarla. El presidente de la diputación valenciana, Antoni Asunció, busca las raíces de esa tradición y su intención es recuperarlas para el pueblo valenciano que gusta de las corridas de toros.

Hay un buen número de toreros valencianos, tanto matadores de toros como novilleros, becerristas y subalternos, que necesitan el apoyo del público y de las instituciones. Hay asimismo, en Valencia una afición seria, erudita y responsable que ejerce una crítica positiva respecto a las programaciones de su plaza de toros y que quisiera que se ofrecieran en ella las mejores combinaciones de toros y toreros que puedan darse en el mundo taurino. Lo ideal sería conjugar tradición, valencianía y categoría de los carteles. Las empresas que ha habido durante las últimas décadas en Valencia, que accedían a la explotación de la plaza por concurso y eran foráneas, por no sentir ni entender las tradiciones locales organizaron ferias y temporadas atendiendo sólo a un aspecto de la cuestión: la categoría aséptica de los carteles. Quizá esos carteles eran inmejorables sobre el papel, y lo mismo cabría admítir del actual abono fallero; pero se trataba de carteles impersonales, que igual valían para Valencia que para cualquier otra plaza y ambiente.

La mayoría de los toreros valencianos, encasillados en los grupos que el taurinismo llama de modestos, se sienten injustamente relegados. Y alguna razón les asiste. No tanto por la que invocan -el apoyo incondicional de sus paisanos- como porque ellos mismos forman parte de la tradición de los festejos valencianos y configurarían la personalidad de que ahora carecen.

El Soro, hijo de Foios, hasta hace poco cultivador de lechugas, huertano de origen y naturaleza, es un ejemplo. No se trata, precisamente, de la síntesis de Joselito y Belmonte, y seguramente ni lo necesita; porque, en cambio, es líder de la afición de la huerta, a la que ofrece lo que ésta quiere: torero de la tierra, hiperbólico, colorista, voluntarioso y valiente. De estos toreros debería haber más en la Comunidad Valenciana, sin detrimento de las figuras nacionales, y habría que incluirlos en sus temporadas.

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