Manuel Martín Benito

"No he llorado en mi vida más que cuando vi en televisión las imágenes de los momentos anteriores a la muerte de la niña colombiana Omayra Sánchez, el pasado 16 de noviembre, tras la catástrofe del Nevado del Ruiz. Entonces me di cuenta de que yo debía hacer algo, y así nació la idea de crear la Fundación Omayra Sánchez", confiesa Manuel Martín Benito. El objetivo último de este proyecto es formar un equipo capaz de actuar inmediatamente ante cualquier catástrofe y en cualquier lugar del mundo.

"Si hay movilidad para que grupos de intervención rápida actúen frente al terrorismo internacional en cualquier lugar del mundo; si políticos, militares, servicios de inteligencia o quien se en cualquier momento intervienen para solucionar los, problemas económicos, políticos o del tipo que sea, ¿por qué no se puede hacer igual para salvar la vida de un ser humano?". Estas reflexiones humanitarias y, hasta cierto punto, idealistas se las hace un hombre calculador y organizado que tiene los pies bien apoyados en el suelo.Manuel Martín Benito, un madrileño de 41 años, casado y con dos hijos, inició su actividad profesional en una cadena de montaje y, poco a poco, con clases nocturnas, exámenes de promoción y mucho tesón, se convirtió en mando intermedio. Hace poco más de un año, cuando aparente mente había alcanzado una posición envidiable como jefe de se lección de personal, abandonó la empresa en la que trabajaba y decidió, en medio de la crisis, lanzarse a la aventura empresarial. Pero no quiere hablar de él. Insiste en quedar en segundo plano Lo importante ahora es la Fundación Omayra Sánchez."Ornayra es el símbolo, pero el proyecto no se va a centrar en Colombia. Si se produjera una catástrofe en Estados Unidos, que es el país más rico de la Tierra, pues la fundación estaría allí. No se trata de actuar con ningún tipo de paternalismos", explica convencido Martín Benito.

Pragmático y realista como corresponde a un buen hombre de negocios, el promotor de la idea reconoce que ése es el objetivo último, la utopía. Lo inmediato es que "hay miles de niños en Colombia, en México, que están padeciendo un problema de inadaptación, un problema de escolaridad, un problema de hogar", y él se propone hacer algo para remediarlo. De momento, ha hecho un donativo de medio millón de pesetas para ese proyecto, todavía en embrión, pero que si cuaja "puede convertirse en una bola de nieve".

No obstante, Martín Benito sabe que el proyecto ha de llevarse a cabo por etapas. Para ello viajará en los próximos días a Estados Unidos, donde piensa dar a conocer su idea y luego a Colombia y México. "Voy a hacer un estudio de mercado de cuáles son las necesidades, desde mi punto de vista". Después elaborará un informe y estudiará las posibles soluciones, qué áreas están cubiertas por las diferentes instituciones nacionales e internacionales y en cuáles quedan huecos.

Para evitar cualquier tipo de susceptibilidades, Manuel Martín Benito no aceptará ningún tipo de donativo hasta que la fundación cuente con todos los parabienes de la ley y se establezcan los mecanismos de control fiscal pertinentes. Mientras tanto, el promotor está abierto a cualquier idea o sugerencia.

La posibilidad del fracaso no se le plantea a este hombre vitalista y entusiasta, que se compromete a dedicar su tiempo y todos sus esfuerzos al proyecto, al menos hasta el primer aniversario de la muerte de Omayra.