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Michel Seurat, un enamorado de Líbano

Michel Seurat nunca acabará su investigación sobre el integrismo islámico. Los libros y documentos que aquella noche de agosto pasado fue autorizado a recoger de su casa por sus secuestradores, para trabajar en su celda, no le servirán ya de nada. El rehén francés más vinculado al mundo árabe, el cautivo mejor conocedor del islam, ha sido asesinado por sus custodios de la organización extremista Yihad Islámica (Guerra Santa).

Si algunos amigos ingenuos se resisten aún a creer en la muerte del sociólogo -a pesar de la fotografía de su cadáver recibida en Beirut por una agencia de prensa internacional: "parece que duerme", o "le habrán drogado", suelen murmurar-, para su mujer, Mary Seurat, para el emisario oficioso francés en Líbano, Razah Raad, y para la Embajada gala en Beirut caben pocas dudas sobre su asesinato.

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Ese "espía" que proporcionaba a los "servicios de inteligencia franceses estudios sobre Oriente Próximo y los movimientos islámicos", como describe Yihad Islámica a Seurat, era, en realidad, un historiador arabista contratado por el Centro Nacional de Investigación Científica, una institución pública j),ala que le había editado varios trabajos accesibles a todos, incluidos los agentes secretos, en las librerías especializadas de París.

Pero, aparte de ser, según uno de sus ex profesores, "uno de los más brillantes investigadores franceses sobre el Oriente árabe contemporáneo", este sociólogo, hijo de un médico militar nacido en Túnez hace 38 años, estaba, además, profundamente compenetrado con un Líbano en el que se asentó en 1973 y que ni siquiera quiso abandonar cuando dos años más tarde estalló la interminable guerra civil.

Apreciado por su modestia, su hospitalidad y su caudal de conocimientos por todos aquellos corresponsales que le hemos conocido, querido por su cordialidad por sus vecinos del barrio musulmán de Zarif, Seurat ha sido llorado, según reza una anónima tribuna libre publicada en el diario beirutí L'Orient-le Jour, "por numerosos libaneses que no le han conocido". "Nos ha querido", subrayaba la anónima escritora, compartiendo hasta perder la vida nuestra tristeza de vivir".

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Seurat echó raíces en esta capital desgarrada hasta el punto de contraer matrimonio en 1975 con Mary, una joven siria cristiana de Alepo con la que tuvo dos hijas, Alexandra y Laetita, de cuatro y dos años de edad. En los meses que precedieron al secuestro del sociólogo, el 25 de mayo de 1985, su mujer le sugería que acaso le conviniese alejarse del país durante una temporada, hasta que amainase el "temporal" de xenofobia antifrancesa. Y, medio en broma medio en serio, le repetía que no tenía ninguna gana de enviudar". Pero Mary no logró quebrantar la confianza de Michel en las gentes de un Líbano que era su "segunda patria".

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