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Ronald Reagan se declara enemigo de las dictaduras de derecha e izquierda

Francisco G. Basterra

Ronald Reagan definió ayer su política exterior respecto a los conflictos regionales afirmando que Estados Unidos se opone porigual a las dictaduras de izquierdas y derechas. En una declaración enviada al Congreso, el presidente dijo que "el pueblo americano cree en los derechos humanos y se opone a la tiranía en cualquier forma que se presente, sea de la izquierda o de la derecha".La declaración se produce días antes de que el Congreso volle la ayuda a la contra nicaragüense solicitada por el presidente, y después de que Estados Unidos haya empujado fuera del poder a dos dictadores de derechas -Marcos, en Filipinas, y Duvalier, en Haití- y haya advertido a Pinochet en Chile. Por primera vez, de presidente afirma que "la mayor parte de las crisis en el mundo tienen causas locales y no todos los conflictos regionales deben de ser vistos como parte del enfrentamiento Este-Oeste". Pero la declaración de Reagan va fundamentalmente dirigida a justificar el apoyo a las guerrillas anticomunistas, y su publicación en este momento bu ca influenciar a un Congreso reacio a conceder 100 millones de dólares (14.000 millones de pesetas) a la contra.

El Tercer Mundo

Una alta fuente de la Administración de EE UU precisó, sin embargo, que la declaración hecha pública ayer no es un cambio radical de política, sino que persigue poner en claro la llamada doctrina Reagan sobre las crisis en el Tercer Mundo y el apoyo a las guerrillas anticomunistas que luchan contra regímenes pro soviéticos. La declaración del presidente insiste, sobre todo, en las dictaduras de izquierdas, a las que califica de la mayor y única amenaza para, la paz mundial, y no cita a Chile, Corea del Sur o Indonesia, regímenes autoritarios de derechas apoyados por Washington.No se trata, afirma la Administración, de un rechazo frontal, aunque sí lo es matizado, de la doctrina de Jeanne Kirkpatrick, ex embajadora de EE UU en la ONU, que distinguía entre las díctaduras marxistas y los sistemas totalitarios de derechas, que siempre que fueran anticomunistas debían ser apoyados por EE UU.

Tampoco cabe deducir que Reagan esté abrazando la doctrina de los derechos humanos, a la que Jimmy Carter dio prioridad en la conducción de la política exterior norteamericana y a la que Reagan consideró un error que provocó los avances de la URSS. Sin embargo, el presidente está matizando su política gradualmente en un sentido pragmático, y ya no basta con ser un tirano fuertemente ariticomunista para ser considerado amigo de Estados Unidos.

Reagan asegura que hay una revolución democrática en marcha en todo el mundo que va a ser apoyada por EE UU, en principio con ayuda militar y económica y presiones diplomáticas que eviten soluciones militares. Reagan explica que la prioridad de esta doctrina para el Tercer Mundo es impedir la extensión de los conflictos regíonales y reducir el riesgo de que escalen hasta una confrontación entre las dos superpotencias.

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