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Comienza en el Vaticano la 'cumbre' de la cuna con la Iglesia brasileña

Juan Arias

Las tres jornadas vaticanas de las máximas jerarquías de la Iglesia de Brasil, convocadas por Juan Pablo II para una especie de examen de conciencia, comenzaron en Roma ayer por la mañana. Al encuentro, que ha sido calificado como un minisínodo, han acudido 21 obispos y cardenales brasileños representantes de casi todas las conferencias regionales del país, 10 prefectos de congregaciones romanas y el propio Papa, que no abandonó la reunión ni siquiera durante el intervalo del café.

En su discurso inaugural, el papa Wojtyla les dijo a los representantes de los 365 obispos de Brasil que lo importante es la "íntima comunión sacramental y jerárquica de una parcela del Colegio Episcopal con Pedro, a fin de", añadió el Papa, "concretizar bajo Pedro la solicitud de todas las Iglesias".Las reuniones se hacen en la sala Bolonia porque está muy cerca de las habitaciones de Juan Pablo II, quien de este modo podrá estar fácilmente presente en todo momento en las reuniones.

El discurso del Papa, el del cardenal secretario de Estado, Agostino Casaroli, y la presencia y participación activa de los prefectos de las congregaciones romanas más importantes demuestran claramente la importancia que el Vaticano da a este encuentro.

La reunión se celebra al final de la visita de todos los obispos de Brasil celebrada en los últimos tiempos, es decir, el encuentro que, cada cinco años, cada obispo del mundo tiene con el Papa y con la Curia. Según los observadores vaticanos, dicha visita de los obispos de Brasil, quizá los más abiertos de la Iglesia en este momento, pero con grandes tensiones internas, no ha debido ser pacífica, y esta reunión vaticana tendría como finalidad hacer una revisión de los problemas que planteó cada obispo.

La autonomía

Lo demuestra el hecho de que ayer, la primera intervención, tras los discursos del Papa y de Casaroli, le correspondió al cardenal Joseph Ratzinger, prefecto del ex Santo Oficio. Insistió Ratzinger en que en la Iglesia la responsabilidad es personal, de cada obispo, pero que existe también la colegialidad. Y es que el punto que preocupa a Roma es la autonomía que se toman en cada diocésis de Brasil los distintos obispos.El Papa desea que, respetando la pluralidad, se llegue en los problemas delicados a una unanimidad de todos los obispos. Ratzinger insistió también en que la colegialidad supone "una colaboración concreta con el Papa y una obediencia a él como intérprete auténtico de la unidad".

A los obispos se les ha aconsejado que conserven el secreto de los debates, pero el Papa ha permitido asistir al vicedirector de la sala de prensa vaticana, monseñor Nicolini, quien informará, cada día, a los periodistas.

Según la versión de Nicolini, los obispos plantearon en seguida un problema importante. Dijeron que no está en discusión "el amor por el Papa" ni la "comunión afectiva", pero que lo que ocurre es que no siempre es fácil pasar de dicha comunión afectiva a la efectiva, es decir, cómo traducir dicho afecto al Papa en las cosas concretas. Y también, cómo hacer que la comunión afectiva "entre los mismos obispos" pueda hacerse efectiva frente a los problemas reales de la vida y de la sociedad.

La teología de la liberación no entra en el progreso, pero el asunto lo abordó el Papa llamándolo "incandescente". Juan Pablo II dijo que dicha teología, "purificada de los elementos que la ensucian", puede ser "no sólo ortodoxa, sino también necesaria" a la Iglesia.

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